Lo que apartas del mundo lo apartas de ti, pues no estás separado del mundo. En toda situación, lo que escatimas no lo tienes, porque solo te lo escatimas a ti mismo.
7.2 Aun así, hay partes de ti que le escatimas incluso al amor, y esto es lo que debemos corregir. Pues aquello que retienes, no lo recibes, y en consecuencia no recibes una parte del cielo, ni conoces una parte de Dios, o de tu propio Ser. Para recibir de verdad, necesitas darte de manera completa. Por ahora nos concentraremos en la retención, pues aún no comprendes lo que puedes dar ni reconoces lo que tienes para dar. Pero puedes reconocer aquello que te guardas para ti, y observarlo en cada situación. A medida que tomes conciencia de lo que retienes, podrás darte cuenta de lo que no das y, en consecuencia, de lo que tienes para dar.
7.3 En tu mundo, todo aprendizaje se fundamenta en comparar entre las cosas. Mediante la comparación buscas diferencias y las magnificas, nombras las cosas y las clasificas, estableces contrastes y oposiciones para separarlas en grupos y especies. No solo distingues y separas cada individuo, sino también a grupos de individuos, porciones de tierra, sistemas, organizaciones, el mundo natural, el mundo mecánico, el cielo, la tierra, lo divino y lo humano.
7.4 Para identificarte a ti mismo en este mundo, has debido retener una parte de ti mismo y decir: “Esto es lo que me hace único”. Sin esta parte de ti que señalas como única, tu existencia parecería tener menos propósito del que parece tener. En consecuencia, aquello que has decidido que más te distingue, que más te separa del resto, es lo que más valoras.
7.5 Este único pensamiento constituye todo un sistema de pensamiento en y por sí mismo, pues es el principal pensamiento por el que vives tu vida. Todos tus esfuerzos se concentran en sostener la ilusión de que debes proteger lo que eres, y que la protección consiste en mantener a resguardo esta cierta parte de ti. Así como el amor que has apartado de este mundo, también este pensamiento puede ser útil, pues reconoce que estás tan aparte de este mundo como lo está el amor. Las duras realidades del mundo pueden reclamar tu cuerpo y tu tiempo, pero no permites que reclamen esta parte de ti que has reservado, y que retienes en tu corazón. Sobre ella trabajaremos ahora.
7.6 Esta es la parte que grita “nunca” ante aquello que quiere doblegarte. La vida siempre te quita cosas — dices— pero nunca te quitará esto. Aquellos que sienten su vida amenazada, lo llaman voluntad de vivir. Quienes sienten que su identidad está amenazada, lo llaman clamor del individuo. Para algunos se trata de vocación creadora, y para otros, de la llamada del amor. Otros no quieren darle esperanzas al cinismo. Otros lo llaman ética, moral, valores, y declaran que nunca cruzarán ese límite. Es una declaración que proclama: “No venderé mi alma”.
7.7 Regocíjate de que haya algo en este mundo con lo que no estás dispuesto a negociar, algo que consideras sagrado. Este es tu Ser. Sin embargo, este Ser que guardas con tanta estima es lo que tienes que aprender a dar gratuitamente. Este es el único Ser que sostiene la luz de quien eres en verdad, el Ser que está unido al Cristo en ti.
7.8 A este Ser apelamos de ahora en adelante. Escúchale y mantenlo en tu corazón con alegría, junto con aquello que ya está en él: el amor que retienes, y esa parte de ti que no quieres ceder. Cuando aprendas que en verdad recibes aquello que das, verás que vale la pena dar lo que habita en tu corazón, pues eso será lo que recibirás.
7.9 Regresemos ahora a lo que retienes y veamos qué efecto tiene la retención sobre ti y sobre el mundo. La primera lección que necesitas aprender dice que el mundo no te separa. Eres tú quien se separa del mundo. Esto es lo que ha convertido el mundo en lo que es. Lo que retienes permite que gobierne la ilusión, y que la verdad haya quedado encerrada en un sótano tan impenetrable y durante tanto tiempo, que la creíste olvidada. No te das cuenta de que ese sótano es tu propio corazón, ni de que la verdad es lo que has elegido separar y conservar ahí. Cuando creas en esto, y cuando creas que lo que das es lo que recibes, abrirás las puertas de par en par, y todo el gozo que has separado de ti mismo regresará. Un fuerte viento barrerá tu corazón y todo el amor que le has negado al mundo será liberado en un gran intercambio. Fluirá en todas direcciones y no dejará rincón del universo sin tocar. En un instante la eternidad vendrá a ti. La muerte será un sueño a medida que el viento de la vida sople de direcciones que están más allá de toda dirección e insufle hálito vital a lo que estuvo encerrado durante tanto tiempo. Después de esto, soplará sobre ti una suave brisa que nunca te abandonará, y la vida respirará en unidad.
7.10 La retención que practicas adquiere muchas formas. Sin embargo, estas no son más que meros efectos de la misma causa que mantiene a la verdad separada de la ilusión. Donde llega la verdad, la ilusión se disipa. La verdad no necesita que la protejas, pues cuando se acerca a la ilusión, brilla con su luz en las tinieblas y estas dejan de existir.
7.11 Hay dos formas de apartar y retener: aquello de ti que guardas del mundo, y aquello del mundo que guardas para ti. Una ofensa, por ejemplo, es algo que eliges para ti, una parte de una relación que guardas con desprecio y amargura. No tienes conciencia de que eliges esta forma de retención decenas de veces por día. Una llamada telefónica sin contestar, un atascamiento de tráfico, una palabra grosera… todas estas cosas pueden convertirse en resentimientos que guardas y te rehúsas a abandonar. Es probable que empieces el día con varias de estas cosas en tu mente, donde las conviertes en razones para seguir reteniendo y escatimando. Ya tienes una excusa —o varias— para tener un mal día. ¿Por qué habrías de darle algo a alguien cuando el día te trata tan mal? Incluso reprimes la sonrisa, porque eliges la ofensa por encima del amor.
7.12 Puedes optar por hablar sobre tu mal día con aquellos con quienes te encuentres, y si te muestran apoyo y comprensión, puede que decidas que has conseguido algo a cambio de tus resentimientos, y si eso que has conseguido en el intercambio te resulta de igual valor, tal vez decidas abandonar los resentimientos. Pero si la respuesta no te satisface, la añades a tu lista de ofensas, hasta que el peso de las cosas a las que te apegas es mayor de lo que puedes soportar. Buscas entonces a alguien en quien descargar el peso, con la esperanza de poder pasarle masivamente tus ofensas. Si tienes éxito mediante el enojo, el despecho o la mezquindad, te sientes culpable y te refugias aún más en tu propia miseria.
7.13 No te das cuenta de que toda situación es una relación, inclusive aquellas tan simples como una llamada telefónica sin respuesta o un atasco en el tráfico. En cada situación te relacionas con alguien o algo, y lo que sostienes en contra de ese alguien o algo, se lo escatimas y retienes. Les has quitado una pieza, y la retienes antipáticamente para ti, no para unir, sino para separar. Tampoco tienes conciencia de que tú también eres objeto de esta clase de caprichos de tus hermanos y hermanas, por lo que hay partes de ti que quedan dispersas aquí y allá. Sabes que están perdidas, pero no sabes cómo las perdiste ni cómo las puedes recuperar. Lo que no sabes es que puedes prevenir toda pérdida siendo uno. Lo que está unido no puede ser partido y desperdigado, pues permanece en unidad. Lo que está unido vive en paz y no conoce la ofensa. Lo que está unido reside intacto en el amor.
7.14 Existe otra manera de escatimarte partes de una relación. No adquiere la forma de las ofensas sino la de sentirte especial. Retienes para sentirte especial, siempre a expensas de otro. Todos tus esfuerzos por ser mejor que tus hermanos y hermanas se traducen en competencia, envidia, codicia. Se relacionan con la imagen que tienes de ti mismo y tus desvelos por reforzarla. Tu deseo no es ser inteligente, sino más inteligente que tus colegas. Tu deseo no es ser generoso, sino más generoso que tus pares. Es tu deseo el ser más rico que tu prójimo, más atractivo que tus amigos, más exitoso que los demás hombres y mujeres. Cavas entonces una trinchera contra individuos y grupos; equipos, organizaciones y naciones; religiones, vecinos y familiares. Tu deseo es tener el control, o tener más, ser más. Y así desarrollas una vida basada en la comparación de la ilusión con la ilusión.
7.15 Tú no crees que esto sea retener o escatimar, pero lo que reclamas como tuyo en desmedro de los demás es en verdad una retención. Y en tu mundo no sabes cómo obtener algo para ti sin quitárselo a otro. Inclusive adoptas la posición de escatimar tu inteligencia de los demás, no sea que se lucren con ella. Quieres que tu inteligencia reciba reconocimiento, pero quieres que sea reconocida como tuya. Si alguien quiere la inteligencia que tienes para ofrecer, debe dar algo a cambio. Puede ser admiración o dinero, es lo mismo. La exigencia persiste, ya sea de la recompensa que se te debe pagar o del homenaje que crees debido. Si no es así, escatimas lo que tienes. Y agradeces estas cosas por las que puedes reclamar una recompensa del mundo, pues sin ellas tú serías el que debería pagar.
7.16 Estos son solo ejemplos de lo que le escatimas al mundo y guardas para ti. ¿Cuáles son las cosas de ti que te impides dar al mundo? En realidad, ambas categorías son similares, pues aquellas cosas que escatimas del resto, aquellas por las que exiges recompensa y no das libremente, tampoco las tienes para ti. Las ideas que guardas, la creatividad que solo te beneficia a ti, la riqueza que acumulas, todas estas cosas carecen de utilidad cuando las retienes solo para ti. Es como si no existieran. No te acercan a la verdad ni te brindan felicidad, ni pueden comprarte amor ni el éxito que buscas. Lo que apartas del mundo lo apartas de ti, pues no estás separado del mundo. En toda situación, lo que guardas es lo que no tendrás, porque solo te lo escatimas a ti mismo.
7.17 Necesitamos regresar a la relación y corregir rápidamente cualquier idea errónea, en especial las que convierten esto en un asunto trivial o en uno específico y no generalizable. Toda relación existe en la plenitud. Los ejemplos que utilizamos antes tenían la función de ayudarte a reconocer la relación en sí misma como algo distinto de los objetos, personas o situaciones con las que te relacionas. Ahora vamos a ampliar la idea.
7.18 Ampliar tu visión para que vaya de lo específico a lo general es una de las tareas más difíciles del proceso de aprendizaje. Te darás cuenta de ello cuando comprendas de qué manera tu pensamiento está atado a lo específico. Una vez más, entonces, apelamos al amor y a la sabiduría íntima del corazón. Tu corazón ya ve de manera más completa que tu mente dividida. Incluso tu lenguaje y tus imágenes reflejan esta verdad, esta diferencia entre la sabiduría del corazón y la mente. Se puede hablar de un corazón roto, pero la imagen que esta frase suscita es la de un corazón rasgado y abierto, no la de un corazón escindido. Tu cerebro, en cambio, está separado en hemisferios derecho e izquierdo, cada uno con su función. Y aunque tu cerebro y tu mente no son lo mismo, tu imagen de la mente y de lo que hace o deja de hacer está vinculada a tu imagen del cerebro. Abandona esta imagen y concéntrate en la totalidad de tu corazón, más allá de cómo lo percibas en la actualidad. Aunque esté herido, roto o entero, es una totalidad dentro de ti, en el centro de quien eres.
7.19 Es desde este centro que la verdad alumbrará tu camino.
7.20 Desde este centro comprenderás que la relación existe en la plenitud. Hemos comenzado a desarmar la idea de que estás solo y separado, como un ser escindido del resto. Pero tu perdón de todo aquello que generó este malentendido aún no está completo ni lo estará hasta que tu comprensión sea mayor que ahora. Pues no puedes abandonar la única realidad que conoces sin tener una comprensión aunque sea mínima de cuál es la verdad de tu realidad.
7.21 Si no puedes estar solo debes estar continuamente en relación. En consecuencia, la relación no depende de la interacción tal como la entiendes ahora. Resulta fácil ver la relación entre un lápiz y tu mano, entre tu cuerpo y otro, entre tus acciones y los efectos que parecen tener. Todas estas relaciones se basan en lo que te dicen tus sentidos, que son la evidencia en la que te has apoyado para comprender el mundo. Quienes han desarrollado cierta confianza en formas de conocimiento que no están gobernadas por los sentidos aceptados son considerados sospechosos. Sin embargo, aceptas muchas causas para explicar cómo te sientes, desde variaciones en el clima hasta enfermedades invisibles. Les has dado a otros, a quienes consideras que tienen más autoridad, permiso para proporcionarte su versión de la verdad, y a fin de guardar coherencia eliges creer en la versión de la verdad que predomina en tu sociedad. Por este motivo la verdad difiere de un lugar a otro y hasta parece estar en conflicto. Te aferras a las verdades conocidas, aun cuando eres consciente de su inestabilidad en el tiempo y en el espacio. Por lo que finalmente te aferras a la única cosa segura que se infiltra en tu existencia: el conocimiento de que la muerte te llevará a ti y se llevará a todos tus seres queridos.
7.22 Date cuenta de que cuando se te pide que abandones esto, se te pide que abandones una existencia tan mórbida que cualquiera en su sano juicio la arrojaría por la ventana con alegría y buscaría una alternativa. Esa alternativa existe. No en sueños ni fantasías, sino en la realidad. No en las formas y circunstancias cambiantes sino en eterna consistencia.
7.23 Acepta una nueva autoridad, aunque sea por el breve tiempo que te lleva leer esto. Comienza con esta idea: te abrirás a la posibilidad de que una nueva verdad se revele ante tu corazón esperanzado. Mantén en tu corazón la idea de que mientras lees estas palabras, y cuando termines de leerlas, su verdad quedará revelada. Deja que tu corazón se abra a una nueva clase de evidencia de lo que constituye la verdad. No pienses en otro resultado que no sea tu felicidad. Y cuando esta llegue, no la niegues, ni niegues su fuente. Recuérdate que cuando el amor venga a llenar tu corazón, no lo negarás ni negarás su fuente. No necesitas creer que va ocurrir. Solo necesitas abrirte a la posibilidad de que ocurra. No le des la espalda a la esperanza que se te ofrece, y cuando la nueva vida fluya llevándose lo viejo, no olvides de dónde provino.

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