viernes, 5 de septiembre de 2014

UN CURSO DE AMOR : PRELUDIO

Un curso de amor. Preludio

imagen corazón en círculo
[Un curso de amor fue transmitido a Mari Perron, y publicado en el 2001.
- Para más información y listado de entradas, ver índice de entradas; puntos 4 y 5.
- Elegimos publicar parcialmente los capítulos de este modo como método para re-elaborar y acceder a una traducción lo mejor posible de este maravilloso "nuevo curso de milagros"]


Preludio

Has recorrido tu camino y el final de la jornada está a la vista. Estás de pie junto a un precipicio, y ante ti, a corta distancia, se extiende el paisaje del nuevo mundo, fulgurando con toda la belleza del cielo en una luz dorada.
— P.16
P.1 Este es un curso de milagros. Es un curso obligatorio. El momento para tomarlo es ahora. Ya estás listo y los milagros son necesarios.

P.2 Ora por todos aquellos que tienen necesidad de milagros. Orar es pedir. Pero ¿por qué pedirás? Esta es la primera instrucción de este curso de milagros. Todos tienen necesidad de milagros. Y este es el primer paso en la preparación de los milagros: pedir que todos sean incluidos en lo que aquí hacemos. Cuando oras por todos aquellos que tienen necesidad de milagros, oras para que todos aprendan a medida que tú aprendes, pides enlazar tu mente con todas las mentes. Pides poner fin a tu estado de separación y aprender en un estado de unidad. Se trata de la elemental aceptación de que esta es la única manera de aprender.


P.3 El yo separado o ego no aprende. Aunque el ego haya recibido muchos cursos y muchas enseñanzas, no ha aprendido, sino que se ha sentido meramente amenazado. El espíritu no necesita un curso de milagros. Si el ego no puede aprender y el espíritu no necesita hacerlo, ¿para quién es entonces este curso y cualquier otro semejante? Aprender nuestra verdadera identidad, la identidad del Ser, del Yo que es capaz de aprender, es algo que toda persona debe hacer. ¿Puede acaso el ego aprenderlo? Nunca. ¿Acaso el espíritu lo necesita? No. ¿Para quién es, entonces, este curso?

P.4 Esta es una pregunta elemental que no ha sido contestada adecuadamente en Un curso de milagros. Mientras que un curso de milagros carece de sentido para el ego y es innecesario para el espíritu, no tendría público si estos fuesen los únicos estados que existiesen. Como es imposible ser en parte espíritu y en parte ego, no tendría sentido asumir que existe un estado en el cual es posible el aprendizaje.

P.5 El mundo, como estado de ser, como un todo global, gracias en gran parte a que Un curso de milagros consiguió predisponer las mentes, ha entrado en un tiempo listo para la mentalidad milagrosa. Un curso de milagros abrió una puerta amenazando al ego. Todos aquellos que, con su ego debilitado, caminaron por este mundo con un propósito milagroso, y con la esperanza de dejar el ego atrás, han despertado a los seres humanos a una nueva identidad. Anuncian el tiempo final de nuestra crisis de identidad. Desde que Jesús caminó sobre la tierra no hubo un momento igual para la humanidad.

P.6 ¿Qué hay en ti que sea capaz de aprender? ¿Qué hay en ti que reconoce que tú no eres el ego? ¿Qué hay en ti que reconoce el espíritu? ¿Qué hay en ti que oscila entre dos mundos, el mundo dominado por el ego y el mundo del espíritu? ¿Qué reconoce la diferencia? El Cristo en ti.

P.7 Resulta fácil imaginar de qué manera el Cristo en ti difiere de tu ego pero no es fácil reconocer la forma en que el Cristo en ti se diferencia del espíritu. El Cristo en ti es aquella parte capaz de aprender en forma humana qué significa ser una criatura de Dios. El Cristo en ti es aquella parte capaz de tender un puente entre ambos mundos. Esto es lo que significa la segunda venida de Cristo.

P.8 El ego es lo que tú has hecho. Cristo es lo que Dios ha hecho. El ego es la extensión de lo que crees que eres. Cristo es la extensión de quien Dios es. Para poner fin a la necesidad de aprender debes saber quién eres y qué significa esto. Mientras que el curso de milagros original fue un curso para revertir la manera de pensar y de entrenamiento mental, un curso para mostrar la demencia de la crisis de identidad y así poder desbancar la sujeción del ego, este es un curso para establecer tu identidad y poner fin al reinado del ego.

P.9 Todavía son pocos los que se atreven a creer en la gloria de quienes son y no creen que sea arrogancia pensar sobre sí mismos a la luz de los pensamientos de Dios en vez de a la luz de los suyos propios. Esto se debe a que el ego aún no se ha retirado por completo. Tienes razón cuando deseas no glorificar al ego en forma alguna. Sabes que el ego no puede ser glorificado y no quisieras que lo fuera. Es por esta razón que, mientras quede algo de ego, no puedes saber quién eres. La única gloria es de Dios y Sus creaciones. Que tú estás entre las creaciones de Dios no puede discutirse. Por eso la gloria te pertenece. Toda la gloria te pertenece y todos tus esfuerzos por protegerla del alcance del ego son valientes pero innecesarios. El ego no puede pretender la gloria que es tuya.

P.10 Muchos deseáis ser “soldados rasos” para vivir una buena vida sin reclamar la gloria ni albergar grandes ideales sobre vosotros mismos. Puedes hacer mucho bien sin reconocer quién eres, pero no serás quien eres. Tú eres aquello para lo cual el mundo está ahí. El mundo está ahí para que reconozcas tu Ser, tu Yo, y a tus hermanos y hermanas. Detenerte antes de lograrlo justo cuando lo tienes a tu alcance, resulta tan demente como creer en el ego. Pregúntate qué te detiene. Por muy humilde que parezcas ser en tu elección, todavía estás dejando que el ego elija por ti. Esto no es humildad sino miedo.

P.11 Las enseñanzas más avanzadas del curso original estaban destinadas a convertir el miedo en amor. Cuando piensas que has llegado a un límite y no puedes ir más lejos en tu aceptación de las enseñanzas del curso y de la verdad acerca de ti tal como Dios te creó, haces que al amor abdique en favor del miedo. Quizás estés haciendo de este mundo un lugar mejor, pero no lo estarás aboliendo. Cuando aceptas hacer buenas obras y ser una buena persona, aceptas ocuparte como ministro de aquellos que están en el infierno, en vez de escoger el cielo. Aceptas lo que ves como posible y rechazas lo que percibes como imposible. De esta manera te aferras a las leyes del hombre y rechazas las leyes de Dios. Reivindicas tu naturaleza humana pero rechazas tu naturaleza divina.

P.12 ¿Qué es este rechazo sino rechazo de ti mismo? ¿Qué es este rechazo sino miedo disfrazado de humildad? ¿Qué es este rechazo sino el rechazo a Dios? ¿Qué es sino rechazo de los milagros?

P.13 Tú que te has rechazado a ti mismo sientes sobre ti un peso cada vez mayor. Aunque se haya dado un estallido inicial de energía al leer el curso, o en tus descubrimientos de otras formas de la verdad; aunque hayas experimentado lo que parecían ser milagros “en” tu vida, cuando persistes en rechazarte a ti mismo, esa energía y esas experiencias que deleitaron tu corazón comienzan a ceder y a parecer distantes e irreales, como un espejismo. No te queda otra cosa más que creer en el esfuerzo y en la lucha por ser una buena persona y hacer el bien, creencia que demuestra claramente que has rechazado ser quien eres.

P.14 ¡Oh!, Criatura de Dios, no necesitas esforzarte en absoluto, no necesitas cargar con ese peso, ni inquietarte o fatigarte cada vez más. Tú que quieres realizar mucho bien en el mundo, constata que solo tú puedes realizarte. Estás aquí para despertar de tu hibernación. No estás aquí para despertarte en el mismo mundo, en un mundo que parezca solo un poco más cuerdo que antes pero que todavía siga gobernado por la demencia, en un mundo en el cual parezca posible ayudar a unos pocos pero ciertamente no a todo el resto. Estás aquí para despertar a un nuevo mundo. Si todo lo que ha cambiado en tu mundo es que ahora ves un poco menos de demencia que antes, entonces, aún no has despertado. Por el contrario, sigues atrapado en la pesadilla que tu ego ha construido. Al elegir rechazarte a ti mismo has elegido encontrarle sentido a la pesadilla en vez de despertarte de ella. Eso nunca funcionará.

P.15 Cuando rechazas quien eres, demuestras que te presumes capaz de creer en parte de la verdad pero no en toda. Por ejemplo, muchos habéis aceptado que sois más que el cuerpo, pero retenéis vuestra creencia en él. En consecuencia, solo habéis logrado una confusión mayor al aceptar que sois dos yoes: un yo representado por el cuerpo, y un yo espiritual que representa para vosotros un mundo invisible en el que podéis creer, pero no participar. Habéis puesto al ego y al espíritu a combatir en el mismo nivel, y le habéis dado al ego un enemigo interno e invisible contra el cual luchar. Este difícilmente podría ser el propósito de las enseñanzas del curso o de cualquier enseñanza de la verdad, cuya meta sería exactamente opuesta a la de dirigirnos a esta situación tan conflictiva. La verdad une, no divide. La verdad invita a la paz, no al conflicto. La verdad parcial no solo es imposible, sino perjudicial. Pues, tarde o temprano, en esta batalla asimétrica gana el ego. El espíritu, tal y como tú lo has definido, es demasiado amorfo, irresuelto y poco confiable como para poder ganar esta batalla contra lo que tú percibes como tu realidad.

P.16 Tú, que te has acercado a la verdad solo para darle la espalda y negarte a verla, vuélvete una vez más y mírala. Has recorrido tu camino y el final de la jornada está a la vista. Estás de pie junto a un precipicio y ante ti, a corta distancia, se extiende el paisaje del nuevo mundo, fulgurando con toda la belleza del cielo en una luz dorada. Mientras que habrías podido ver esto, sin embargo le vuelves la espalda, suspiras, y vuelves la mirada hacia el mundo que te es familiar, para contemplarlo en vez del nuevo. No ves que esta decisión, aun cuando la tomes con la buena intención de regresar para marcar una diferencia, no deja de ser una elección por el infierno, cuando en su lugar podrías haber elegido el cielo. Sin embargo, sabes que la única manera de cambiar el mundo es elegir el cielo. Es el intercambio de un mundo por otro. Esto es lo que tienes miedo de hacer. Te asusta tanto desprenderte del mundo conocido que, aunque sea un mundo de conflictos, enfermedad y muerte, no lo intercambias, no renuncias a él.

P.17 Mientras Dios continúa siendo un desconocido para ti, y tú un desconocido para ti mismo, el cielo también permanece oculto. En consecuencia, al darle la espalda al cielo, le das la espalda a tu Ser y a Dios. Tus buenas intenciones no vencerán al mundo ni llevarán al infierno a su final. En toda la historia del mundo, muchas personas han hecho obras buenas, heroicas y a veces milagrosas sin que el mundo dejara de ser un lugar de miseria y desesperanza. ¿Qué es más arrogante? ¿Creer que tú por tu cuenta puedes hacer lo que millones no han podido hacer? ¿O creer que tú, en unión con Dios, puedes hacerlo? ¿Qué tiene más sentido? ¿Intentar lograr una vez más lo que otros han intentado pero no lograron? ¿O dejar atrás lo viejo y escoger un nuevo camino, un camino en el cual tú llegas a realizarte, y, al hacerlo, le das ser a lo nuevo?

P.18 ¿Cuál es la diferencia entre tus buenas intenciones y entregarse a la voluntad de Dios? Lo primero se apoya en quién tú crees ser, y lo segundo en aquello que Dios sabe que eres. Mientras continúe esta diferencia no puedes compartir tu voluntad con la de Dios ni hacer lo que Dios ha designado que hagas. Aquello que crees ser revela la elección que has hecho. Es una elección entre estar separado de Dios o ser uno con Dios. Es la elección entre conocerte a ti mismo como siempre lo has hecho, o conocerte a ti mismo tal y como Dios te creó. Es la diferencia entre el deseo de conocer a Dios ahora, y el deseo de esperar para conocer a Dios hasta que tú hayas decidido que eres digno, o hasta algún otro momento, como el de la muerte.

P.19 ¿Qué son las buenas intenciones sino la elección de hacer lo que puedes, solo, por tu cuenta, contra todas las dificultades? Este es el motivo por el cual las buenas intenciones fracasan tan a menudo y por el que, cuando todos los esfuerzos han sido realizados, el resultado pocas veces parece valer la pena. No puedes ganarte el camino al cielo o a Dios a través del esfuerzo o las buenas intenciones. No puedes obtener y jamás sentirás que obtienes la sensación de ser una persona digna de merecer todo lo que Dios da gratuitamente. Renuncia a esta noción.

P.20 Has decidido que sabes cómo hacer buenas obras pero no sabes cómo hacer lo que Dios te pide. Piensas que si Dios te pidiese construir un puente, lo construirías, y es probable que esto sea verdad. Pero no te convertirás tú en el puente. Te niegas a reconocer que el Cristo en ti te provee de un puente por el cual no necesitas más que pasar para acortar la distancia entre el infierno y el cielo, entre tu yo separado y la unión con Dios y todos tus hermanos y hermanas. Prefieres creer que una buena obra por aquí y algún acto de beneficencia por allá son más importantes. Prefieres renunciar a ti mismo y ayudar a los demás, sin darte cuenta que no puedes ayudar a nadie si no te ayudas a ti mismo. Prefieres ausentarte del yo porque crees que esta es la forma de abolir el ego y complacer a Dios. Esto no es diferente de la actitud de una buena madre que decide sacrificarse a sí misma por sus hijos, sin darse cuenta que su sacrificio no solo es innecesario sino también indeseable.

P.21 Tus buenas intenciones no complacen ni desagradan a Dios. Él simplemente espera tu regreso al cielo, tu aceptación de tu derecho de nacimiento, que seas quien eres.

P.22 Otro fracaso reside en el extremo opuesto del espectro, cuando el interés y la concentración en el yo no parecen tener fin ni límite. Mientras que por un lado el perdón y la liberación de la culpa sí son necesarios, y mientras que la aceptación de los dones y de lo que conduce a la alegría no se puede conseguir sin ellos, la meta de estas enseñanzas esenciales es solo la de prepararte para una nueva elección. El interés prolongado en el yo puede ser tan perjudicial como la ausencia de yo en quienes solo intentan hacer buenas obras. En vez de conducir al conocimiento de Dios, el interés prolongado en el yo puede atrincherar más al ego.

P.23 Los buscadores son otra categoría de aquellos que, ante el precipicio, actúan como si se hubiesen topado contra una pared en vez de con un puente. Al lugar donde te detuviste es precisamente adonde debes regresar. Quienes continúan buscando suelen dejar las enseñanzas del curso, o de una tradición espiritual o religiosa, solo para encontrar otra, y otra más. Aquellos cuya intención es buscar, siempre tendrán más para buscar; pero aquellos que encuentran necesitan detenerse para darse cuenta de lo que han encontrado, y constatar que ya no buscan más.

P.24 El Curso habla de una paciencia que es infinita. Dios es paciencia infinita, pero el mundo no. Dios es paciente porque te ve tal como eres. El Cristo en ti está también en calma, y siempre presente. Pero el debilitamiento de tu ego, mediante cualquier aprendizaje que hayas conseguido, ha dado lugar a que una fuerza se infiltre como por una pequeña rendija abierta en la armadura del ego, y esa fuerza crece y se impacienta con la demora. No es tu ego el que se impacienta para que se haga el cambio, puesto que tu ego quiere que las cosas sigan igual. Es, en cambio, el espíritu de compasión quien se tambalea ante la falta de sentido de la miseria y el sufrimiento, un espíritu que intenta saber qué hacer, un espíritu que no cree en las respuestas que se le han dado.

P.25 El dualismo que amenaza hasta al más astuto de los buscadores se supera mediante el Cristo en ti, mediante el Único que sabe qué significa ser hijo de Dios y también caminar por la tierra como hijo del hombre. Este no es tu ayudante, como lo es el Espíritu Santo, sino tu identidad. Mientras que el Espíritu Santo fue invocado para cambiar tu percepción y ayudarte a distinguir lo verdadero de lo falso, lo apropiado a la hora de identificar tu Ser indiviso es el reconocimiento del Cristo en ti.

P.26 Por el momento hablaremos de la familia de Dios utilizando imágenes de la familia humana para que tú puedas reconocerlas. La familia humana comprende muchas familias, pero es llamada una familia, la familia humana. Es llamada una especie, la especie humana. Dentro de la familia humana hay familias particulares, y entre ellas la que llamas “tu” familia. Una familia comprende varios miembros pero se la llama “una familia”. Todos sus miembros descienden de los mismos ancestros, del mismo linaje. Dentro de ese linaje hay genes que transmiten rasgos y predisposiciones particulares. El hijo de una familia puede asemejarse al hijo de un pariente distante o a un pariente que vivió y murió muchos años antes. No ves nada raro ni extraño en ello. Así es la naturaleza de la familia, tal y como tú la entiendes. Pero más allá de la naturaleza física de las familias y del linaje de los ancestros, lo que une a la familia es el amor. La familia es, de hecho, el único lugar donde el amor incondicional se contempla como aceptable. Por tanto, no importa cuán bueno se perciba un niño o cuán malo se perciba otro, el amor de los padres por el niño es el mismo. Un hijo o hija no necesita ganarse el amor que se le brinda, y esto también es visto como aceptable, e incluso “correcto”.

P.27 Obviamente la naturaleza de Dios es diferente de la humana. Dios no tiene forma física y no produce descendencia física. Sin embargo tiene un hijo, una descendencia, que debe existir bajo alguna forma parecida a la del Padre. En la historia de la humanidad encontramos el relato de la venida del hijo de Dios, Jesucristo, que nació, creció como hombre, murió y resucitó para continuar viviendo en alguna forma distinta que la humana. Quienes creen en el relato aceptan que Jesús era el hijo de Dios antes de nacer, mientras caminó sobre la tierra, y tras morir y resucitar. Ya sea que creas o no en esto, el relato se acerca la verdad de una forma que tú la puedas entender. Jesús es simplemente el ejemplo viviente que demostró lo que significa ser hijo de Dios.

P.28 Así como hay una parte de ti que piensa que eres indigno y estás hecho para el sufrimiento y la lucha, hay otra parte de ti que sabe que esto no es verdad. Si recurres a la memoria, recordarás que desde la más temprana edad has sabido que la vida no es como parece, y ni siquiera como se supone que debe ser, y que tú no eres como pareces, y ni siquiera como se supone que debes ser. La parte de ti que se enfurece ante la injusticia, el sufrimiento y el horror, lo hace desde un lugar que no acepta y que nunca aceptará que esto es lo que está destinado para ti y para quienes caminan por el mundo junto contigo. Sin embargo, la historia en la que crees te dirá que el mundo siempre ha sido así y que no hay forma de escapar de él. En semejante mundo, la pregunta no es por qué tantos se quitan la vida, sino por qué tan pocos lo hacen.

P.29 Hay muchas formas de sufrimiento y horror, desde la enfermedad física hasta la tortura y la pérdida del amor, y entre todos estos hechos temibles está la igualmente perturbadora vida de quien no tiene un propósito y cuyas horas pasan entre las interminables fatigas asociadas a la supervivencia. Inclusive aquellos que han estudiado mucho y que han aprendido bien las lecciones del curso dejan a un lado su aprendizaje mientras se ganan la vida, hasta que el polvo acumulado sobre él lo esconde de su vista. Este es el coste de volver atrás cuando se podría haber alcanzado el cielo, el coste de seguir creyendo en las leyes del mundo que gobiernan la supervivencia del cuerpo. Esta es la manera o el camino de aquellos que saben que esto no tiene por qué ser así, pero que dudan de su conocimiento. Siempre ha sido así, ellos gimen. Se lamentan al decir que ven solamente un mundo real, mientras que el cielo los espera justo tras su disposición a continuar.

P.30 Estás creado a semejanza de tu Padre, tal y como la familia del hombre lo está a semejanza de la familia de Dios. Así como en tu “mundo real” los niños crecen y se apartan de su familia para empezar su “propia” vida, así has hecho tú como parte de la familia de Dios. En la familia humana, la separación y la independencia que llegan con la edad se ven como la forma en que deberían ser las cosas, el regreso a la “familia de origen” también se ve como algo natural. Los hijos se van por un tiempo, ansiosos por afirmar su independencia, para regresar más adelante. El regreso es un símbolo de madurez, aceptación y a menudo de perdón.

P. 31. ¿Qué significa creer en Dios? Reconoces que no puedes conocer a Dios de la misma manera en que conoces a otro ser humano y, sin embargo, sigues buscando esta clase de conocimiento. De todos modos, inclusive tratándose de otro ser humano, la esencia de conocerlo reside en conocer cuáles son sus convicciones, cuál es su verdad, qué reglas obedece, cómo piensa y cómo eso que piensa concuerda con lo que hace. Dios te dio la Palabra para que tú lo conozcas mediante ella. Dios te dio la Palabra hecha carne como un ejemplo por el cual vivir, un ejemplo de un Dios viviente. ¿Es necesario algo más? Buscas la forma cuando ya tienes el contenido. ¿Acaso esta búsqueda tiene sentido?

P.32 Lees lo que escriben los autores y piensas que no solo conoces a sus personajes, sino también al autor. Pero cuando te encuentras cara a cara con un autor pocas veces ves en él lo que viste en sus escritos. Cuando te encuentras cara a cara con un autor ves su forma. Cuando lees sus palabras ves su contenido. Cuando dejas de ver con los ojos del ego, dejas de ver la forma y dejas de buscar la forma. Comienzas a ver el contenido.

P.33 Todo lo que tienes de Dios es contenido. No hay forma que ver; sin embargo en el contenido se revela la forma. Esto es ver de verdad, pues el contenido lo es todo, y la forma nada.

P.34. El contenido de Dios es amor. Jesús encarnó a Dios encarnando al amor. Vino a revertir aquello que se pensaba de Dios, a poner fin a la visión de Dios desde la perspectiva humana de la venganza, el juicio y el castigo.

P.35 Jesús llevó a cabo esto no solo encarnando a Dios en forma humana, sino también dando una imagen verdadera del poder en vez de una imagen falsa. Antes de la venida de la palabra hecha carne, es decir de la encarnación, la única idea que la humanidad podía tener de un ser todopoderoso era la de alguien cuyo poder se asemejaba al de los poderosos de entonces. Jesús se manifestó de forma tan opuesta a esta clase de poder, que fue conducido a la muerte. Pero Jesús no se resignó a la impotencia, sino que enseñó el verdadero poder, el poder del amor, un poder demostrado por la resurrección.

P. 36 Jesús, unido al Cristo en ti, puede enseñarte quién eres y cómo vivir como aquel que tú eres en un nuevo mundo. Puede abrirte el cielo y llevarte a través de sus puertas para intercambiar por fin este mundo por tu auténtico hogar. Pero no es tu cuerpo el que pasará por las puertas del cielo, ni serán los ojos de tu cuerpo los que vean el nuevo mundo que contemplarás y llevarás contigo. Pretender ver un mundo físico de dimensiones y formas como el antiguo y querer transportarlo de un lugar a otro sería un engaño. El nuevo mundo no tiene que ver con la forma, sino con el contenido. Un contenido que es tan transferible como las palabras de un autor sobre una página.

P. 37 ¿Cuántas personas viajarían al cielo si pudiesen subirse a un autobús y ser transportadas hasta él? Sin embargo, cada uno de ustedes alberga dentro de sí mismo el poder para llegar al cielo. Conocerte tal cual eres es lo único que te permitirá abandonar el miedo a tu poder. Jesús aceptó su poder y de esa manera trajo el poder del cielo a la tierra. Esto es lo que puede enseñarte a hacer el Cristo en ti. Esto es mentalidad milagrosa. Esto es amor.

P. 38 Esto es unicidad. El Cristo en ti te enseña solamente en el sentido en que te imparte un conocimiento que tú ya tienes, y al que vuelves a acceder cuando te unes con tu verdadero Ser, con tu verdadero Yo. Una vez constatas esto, tú estás realizado, porque estás completo. Pero si tu unión con Cristo es el cumplimiento y finalización de todas las lecciones, ¿quién provee las lecciones? Jesús.

P. 39 El Cristo en ti es tu identidad compartida. Esta identidad compartida hizo que Jesús y el Cristo fueran uno. Los dos nombres significan lo mismo, pues la unidad es lo que siempre compartieron y compartirán. Tú eres eternamente uno con Cristo. La única forma en que puedes identificar a Jesús como algo diferente es si consideras al Jesús que fue hombre, el Jesús que existió en la historia. Es la misma forma en que puedes verte a ti mismo como hombre o mujer, como un ser que existe en un momento determinado de la historia. Esta naturaleza unidimensional, o, mejor dicho, tridimensional, de tu visión, es la esencia del problema. Si no puedes verte como “algo distinto” a un hombre o una mujer que vive en un lugar particular y en un determinado momento de la historia, no puedes ver a tu Ser, tu Yo. Por tanto, Jesús viene a ti una vez más bajo una forma que puedas aceptar, y lo hace para llevarte más allá de lo que puedes aceptar, para llevarte a la verdad.

P. 40 Imagina que a alguien se le dice —por ejemplo a un niño— que una oruga se transforma en mariposa. E imagina que entonces esto al niño le parece una cosa increíble. No por ello deja de ser verdad. Aunque a muchos les resulte más agradable contemplar la mariposa, esta sigue siendo el mismo ser que la oruga. La oruga no dejó de existir, sino que simplemente se transformó en lo que siempre fue. Así, podría parecer que la mariposa es al mismo tiempo mariposa y oruga, dos cosas separadas que se convierten en una sola. Eres muy consciente de que si no pudieras ver la transformación con “tus propios ojos” no creerías que dos criaturas en apariencia tan disímiles fuesen la misma. Si alguien te hablara de esta transformación sin proporcionarte pruebas visibles lo acusarías de inventarse un cuento de hadas para divertirte.

P .41 ¿Cuántos de ustedes consideran la historia de su propio Ser, de su propio Yo, con este mismo marco de pensamiento? Es un lindo cuento de hadas, un mito aceptable, pero mientras los ojos del cuerpo no puedan ver pruebas, no será más que eso. Esta es la demencia de la pesadilla de la cual eliges no despertar. Es como si dijeras: no voy a abrir los ojos hasta que alguien me pruebe que estos verán cuando estén abiertos. Te quedas sentado esperando pruebas en la oscuridad, en una oscuridad que solo tu propia luz disiparía.

P. 42 Tu disposición a aprender es evidente, pues sin ella no estarías aquí. Pero aprendes, y luego dejas que el ego entre a llevarse todo lo que has aprendido, una y otra vez. ¿Por qué pareces no haberte movido o haber avanzado muy poco aunque tu predisposición es fuerte? Simplemente porque no has vencido al ego. Aprendes y luego dejas que el ego se lleve todo lo que aprendiste, una y otra vez. El ego es muy astuto para encontrar formas de hacerte volver la espalda una vez tras otra, hasta que te sientes como si estuvieses entrando y saliendo por una puerta giratoria.

P.43 Fuiste tu Ser, tu Yo, antes de comenzar tu aprendizaje, por lo que tu ego no puede quitarte el Ser, sino solo esconderlo. Por ende, las enseñanzas que ahora necesitas son las que conducen a separar el ego de tu Yo, para así ayudarte a aprender a escuchar una sola voz. Esta vez nuestra aproximación será directa; una aproximación que, como primera medida, dejará atrás el aprendizaje abstracto y los complejos mecanismos de la mente que tanto te traicionan. Iremos un paso más allá del intelecto, que es el orgullo del ego, y abordaremos este aprendizaje final en el ámbito del corazón. Por eso es que, para acabar con la confusión, a este curso lo llamaremos Un curso de amor.
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