sábado, 27 de septiembre de 2014

UN CURSO DE AMOR 11: LIBRE ALBELDRIO Y DISPOSICION

Capítulo 11. Libre albedrío y disposición


¿Qué es este consentimiento que se te pide dar? Puede presentarse de muchas maneras. Puede llamarse una disposición a cambiar de mentalidad, o a abrirte a nuevas posibilidades. Puede llamarse cambio de actitud, para dejar de lado por un momento tu miedo y la protección que le das. Pero lo que realmente hace es demostrar tu llamada a amar y a ser amado. Es estar dispuesto a recibir amor de tu Fuente y ser amado por lo que eres. ¿Es demasiado pedir?

11.1 Los ejercicios de este curso de amor son pocos y no están separados del curso sino contenidos dentro de él. Este método tiene sus razones. La primera es tu actitud hacia la instrucción y el hecho de que en realidad no la deseas. Lo que deseas es algo que nadie puede darte excepto tu propia fuente. Te das cuenta de este aspecto de la creación, pero te ayuda a afirmarte en tu actitud en contra de la unión y en tu falta de deseo de instrucción. Esto se debe a la confusión respecto de tu fuente. Toda tu firme decisión de mantener la individualidad emana de esta confusión. Si tu fuente fuese el cuerpo junto con el cerebro que lo hace funcionar, entonces se te pediría que aprendas “por ti mismo”, ya que toda enseñanza verdadera debe provenir de tu fuente.

11.2 Tú crees que tu fuente y tu creador son dos cosas separadas y rara vez recuerdas que ni siquiera eres tu propio creador. Has fundamentado esta separación en la idea de que aquello que te ha creado no puede ser uno contigo. Una vez más, esto solo señala tu desconocimiento acerca de qué es en realidad la creación. Sin embargo, cada vez que practicas la creatividad celebras al creador, y cuando elogias a los artistas de cualquier clase esto es lo que elogias. Cada poema lleva la marca de su creador, igual que toda obra de arte que contemplas y llamas “obra maestra”, o aquellas obras de manos infantiles que cuelgas en la puerta de la nevera o en la pared de la oficina. Tú no te has creado a ti mismo, pero haces de la vida una recreación de ti mismo y, al hacerlo, tratas de probar que eres tu propia fuente.


11.3 Esta es una de las razones por las que no te gusta la idea de que quienes habrían de instruirte saben más que tú, y por lo que empiezas, con cada nuevo curso a aprender, con la sensación de que tienes menos. Tratas entonces de obtener aquello que te falta a fin de no tener menos que nadie. Algunos confían en su capacidad de aprendizaje y se apresuran a conquistar este nuevo territorio. Leen cada libro lo más rápido que pueden y cuando dan vuelta la última página sienten que ya han aprendido todo lo que ese libro tenía para ofrecer y saltan al siguiente. Quienes tienen menos confianza en sí mismos pueden abandonar antes de comenzar, a fin de evitar un nuevo fracaso. Incluso aquellas personas que sienten la fuerza de estas palabras en su corazón y que se proponen ir despacio y con dedicación para digerir cada página y sección de este texto, corren el riesgo de esmerarse demasiado en vez de simplemente desear aprender.

11.4 He buscado acotar estos riesgos limitando los ejercicios a unos pocos que permanecerán contigo cuando toda la prisa, el temor al fracaso y los esforzados intentos hayan quedado atrás. Cada ejercicio es una idea, y las ideas no abandonan su fuente. Todas las ideas aquí expresadas son ideas de unión que vienen a reemplazar a las de separación. Esto sucederá sin que te des cuenta, y en la medida en que estés dispuesto a que las ideas permanezcan en ti, y no las apartes. El éxito o el fracaso son superficiales, pues sentir que has tenido éxito en aprender lo que es el amor es algo tan ridículo como sentir que has fracasado en el intento. Ninguna de las dos cosas puede suceder, y tu percepción de que alguna es posible cerrará las puertas a toda idea de unión.

11.5 No se puede enseñar lo que es el amor. Recuerda que tu tarea es hacer a un lado las barreras que te impiden reconocerlo. Ese es el objetivo de este curso —el reconocimiento del amor— y no hay curso terrenal que pueda llevarte más allá de esta meta. Solo se requiere de tu buena disposición.

11.6 Necesitamos entonces hablar de tu disposición, y separarla de lo que crees que es. La fe y una buena disposición van de la mano. Aquello en lo que depositas tu fe es lo que ves. Este curso te pide que estés dispuesto a tener fe en algo nuevo. Has depositado tu fe en lo que tú mismo has hecho, y mientras permanezca allí, no estarás dispuesto a desprenderte de la ilusión. Puedes tener fe en un solo sistema de pensamiento. Uno de ellos es el sistema de pensamiento del yo separado, basado en la separación. El otro es el sistema de la creación, basado en la unión. Tu fe en lo que has hecho se ha sacudido, y ahora sientes que te gustaría depositar tu fe en otra cosa. Te gustaría, pero tienes dudas, y aquí es donde entra la confusión respecto de la disposición.

11.7 Esta buena disposición no surge de la convicción sino que la produce. No es necesariamente una declaración de fe inamovible, sino de apertura. Consideras a la vez el libre albedrío y la buena disposición, y si bien ambas cosas son la misma, su aplicación es diferente.

11.8 Estás más atento y eres más celoso de tu libre albedrío pues sabes que ha hecho posible la separación. Lo ves como tu protección contra Dios, como aquello que te permite ser algo distinto de lo que Dios quiere que seas. Es tu derecho “divino” a la independencia, el que te permite apartarte de Dios así como un niño que llega a la edad adulta tiene derecho a dejar la casa paterna.

11.9 Pensar que debes proteger algo de Dios es una locura, y tú lo sabes. Pero como consideras que el libre albedrío es lo único que tienes que Dios no puede quitarte, no te importa que sea una locura pensar que Aquel que te ha dado todo pretenda despojarte de algo. Mientras sigas viéndote como un cuerpo, no podrás evitar creer en un Dios vengativo cuya venganza final es tu propia muerte. Mientras te sigas viendo como un cuerpo es más fácil creer que tu exclusión del paraíso es una decisión de Dios y no tuya. Crees que puedes estarle agradecido por algunas cosas y echarle la culpa por otras. Sí, tal vez este Dios que crees conocer te ha dado todo, pero también puede llevarse todo, y al final seguramente lo hará. Entonces te juzgará y decidirá si debes ser recompensado por una vida de bondad o castigado por una vida de maldad. Quizá te acepte, quizá no. Semejante Dios parecería tener poca fe en ti y, por lo tanto, merecer muy poco de tu fe a cambio.

11.10 Así es como le das a Dios un poco de fe y cuidas de tu libre albedrío, el verdadero dios del yo separado. Por momentos crees que concedértelo fue el error de Dios, la única debilidad de Su plan, de la que tú te puedes aprovechar. Otras veces crees que fue la maldición de Dios, la que te conduce a esta vida de aflicción. Pero tu percepción más fuerte del libre albedrío es la de su poder. No importa qué quiere Dios de ti, tú puedes usar tu libre albedrío para rebelarte y hacer tus propias elecciones, diferentes de las que haría el Creador. Este derecho a tomar tus propias decisiones y desplegarlas delante de Dios es lo que hace que tu pequeño yo separado se sienta todopoderoso.

11.11 No ves que a Dios no le importa lo que elijas hacer con tu libre albedrío, pues aquello para lo que has decidido usarlo es precisamente lo que no va a ser capaz de proporcionarte: tu separación del Creador. Él permanece tal como es, así como tú permaneces tal como eres.

11.12 Es verdad que el libre albedrío es poderoso, pues es parte —solo parte— de lo que te ha permitido creer en un estado de separación. Aunque podrías haber usado el libre albedrío para crear como tu Padre, mediante la elección de separarte de Él —algo que jamás podría ocurrir— optaste por no hacer nada con el libre albedrío, salvo aquella elección demente. Tu disposición a realizar una nueva elección volverá a alinear tu libre albedrío con la voluntad de tu Padre, que es una con la verdad.

11.13 Tu afán de proteger el libre albedrío es lo que nos lleva a diferenciarlo de la disposición. El libre albedrío es el último bastión de tu ejército separatista, la última línea de defensa, el sitio donde se librará la última batalla. Pero antes de llegar a ella, lo que este curso y tu Padre desean es que estés dispuesto a cambiar de opinión acerca de la necesidad de pelearla.

11.14 Dios nunca te arrebatará el libre albedrío ni librará batallas para conquistarlo. Esta batalla final solo existe en tu mente como parte de las ilusiones que has construido. Deja a un lado esta profecía que inventaste y verás que dar tu consentimiento no niega el libre albedrío. Y aunque no puedas bajar la guardia por completo, una elección temporal es suficiente. De todos modos, necesitarás una elección más duradera para dejar de preocuparte por los efectos. Por ahora lo que deseas son efectos, pero no te das cuenta de que para obtener los efectos que desearías la causa debe cambiar. Por ahora no importa. Se te ofrece la oportunidad de tomar una decisión temporal que puede ser revocada en cualquier momento. Este consentimiento temporal será suficiente para comenzar a efectuar la causa y, por consiguiente, para traer algo de cordura a tu mente y a tu corazón.

11.15 ¿Qué es este consentimiento que se te pide dar? Puede presentarse de muchas maneras. Puede llamarse una disposición a cambiar de mentalidad, o a abrirte a nuevas posibilidades. Puede llamarse cambio de actitud, para dejar de lado por un momento tu miedo y la protección que le das. Pero lo que realmente hace es demostrar tu llamada a amar y a ser amado. Es estar dispuesto a recibir amor de tu Fuente y ser amado por lo que eres. ¿Es demasiado pedir?


11.16 Es una llamada que no proviene de la debilidad sino de la fortaleza y que no responde a la ilusión sino a la verdad. Es una llamada cuya respuesta vendrá a ti pronto, sobre alas de ángeles, en un revoloteo que tu corazón sentirá, pues ellos son también uno contigo. Puede sentirse como soledad pero solo durante el breve instante en que esperas su llegada y sientes el vacío que has abierto para venga.

11.17 Esta llamada no requiere que hagas nada excepto permanecer fiel a ella. No necesitas pensar en ella, sino simplemente dejarla ser. No necesitas ponerle palabras, pues estas no pueden expresarla, así como no pueden enseñarte lo que es el amor —o que el amor, es. No necesitas concentrarte en encontrar amor, pues el amor te encontrará a ti. No necesitas concentrarte en dar amor, pues no puedes dar lo que aún no conoces; y cuando lo conozcas no lo darás sino que se extenderá naturalmente desde ti mediante milagros llamados amor. El amor es lo único que llenará tu vacío y lo único que no volverá a dejarte vacío a medida que se extiende desde ti a tus hermanos y hermanas. El amor es lo único que satisfará tus deseos. El amor es lo único que reemplazará el uso por la unidad.

11.18 Existes, simplemente, por tu relación con el amor. El amor es la unidad que buscas. Al elegir la separación por sobre la unidad, elegiste el miedo por sobre el amor. Cuando abandonas el temor e invitas a la unidad, envías una invitación al amor diciéndole “eres bienvenido”. ¿Qué es una cena sin amor? Nada más que una obligación social. Pero una cena donde el amor es bienvenido se convierte en una celebración. Tu mesa se transforma en un altar al Señor, se llena de gracia y el Señor está contigo

imagen corazón en círculo.


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