domingo, 21 de septiembre de 2014

UN CURSO DE AMOR, CAPITULO 5 : LA RELACCION

Capítulo 5.  La relación

En cada unión, en cada entrega existe el amor. Cada unión, cada entrega es precedida por una suspensión del juicio. Por lo tanto, no es posible unirse a lo que se juzga. Lo juzgado permanece fuera de ti, y es eso que permanece fuera lo que te invita a hacer aquello que el amor no haría. Lo que permanece fuera es todo lo que no se ha unido a ti. Lo que se ha unido a ti deviene real en la unión, y lo real es solo amor.
— 5.12
5.1 El Cristo en ti es plenamente humano y plenamente divino. Como plenamente divino, nada le es desconocido. Como plenamente humano, lo ha olvidado todo. Por tanto, volveremos a aprender lo que, como Uno, ya sabemos. Esta unión de lo humano y lo divino se gesta en la presencia del amor, a medida que su aceptación derrumba todo aquello que te provoca temor y sufrimiento. Esta unión de lo humano y lo divino es tu propósito aquí, el único propósito digno de tu consideración.

5.2 Tú que has llenado tanto tu mente de divagaciones sin sentido y consideraciones que no piensan en nada que sea real, alégrate de que exista un modo de poner fin a este caos. El mundo que ves es un caos, y no hay nada en él, incluyendo a tus pensamientos, que sea digno de confianza. Por ello estos necesitan ser consagrados de nuevo, consagrados al único propósito digno de consideración: el propósito de unirte a tu verdadero Ser, el Cristo en ti.

5.3 Lo dije antes: solo aprendes en unión conmigo, porque solo en unión conmigo eres tu Ser. Ahora debemos ampliar tu comprensión de la unión y de la relación, así como tu comprensión de mí.

5.4 La unión es imposible sin Dios. Dios es unión. ¿Acaso esto no es semejante a decir Dios es Amor? El amor es imposible sin unión. Lo mismo vale para la relación. Dios crea toda relación. Cuando tú piensas en la relación, piensas primero en una relación y luego en otra, la que compartes con tal o cual persona amiga, con tu esposo o esposa, con un hijo, empleado o empleador, o un pariente. Al pensar en estos términos específicos pierdes el sentido de la relación: esta, en sí misma, es sagrada.


5.5 La relación existe aparte de los particulares. Esto es lo que no puedes concebir y lo que tu corazón necesita aprender de nuevo. Toda verdad es generalizable porque la verdad no se ocupa de los detalles específicos ni de las formas de tu mundo. Tú crees que la relación existe entre un cuerpo y otro, y mientras sigas pensando así, no entenderás la relación o la unión, ni llegarás a reconocer el amor tal como es.

5.6 La relación es lo que existe entre una cosa y otra. No es ni una cosa ni la otra. Tampoco es una tercera cosa, en el sentido de un tercer objeto, sino algo distinto. Cuando vas a escribir algo, eres consciente de que existe una relación entre tu mano y un lápiz, pero es una relación que das tan por sentada que has olvidado que existe. Toda verdad reside en la relación, inclusive en una tan simple como esta. El lápiz no es real, ni la mano que lo toma. Sin embargo la relación entre ellos lo es totalmente. “Cuando dos o más se reúnen” no es una orden para que se unan los cuerpos. Es una declaración que describe lo auténticamente real, la única realidad que existe. Lo real es esa unión, y es la causa de que toda la creación entone un cántico de júbilo. Ninguna cosa existe sin la otra. Causa y efecto son una misma cosa. Por tanto, ninguna cosa puede causar otra sin que sean una, o estén unidas, en la verdad.

5.7 Empezamos a trazarte un nuevo cuadro, un cuadro de cosas que antes eran invisibles a tus ojos pero que tu corazón veía. Tu corazón conoce el amor sin verlo. Tú le das forma y dices: “Amo a esta persona” o “amo aquello”, sin embargo tú sabes que el amor existe independientemente del objeto de tu afecto. El amor está más allá del marco de este mundo. Tú te aferras a objetos para atraparlo y ponerle un marco a su alrededor, exhibirlo en la pared como un cuadro y decir: “El amor es esto”. Pero cuando lo has atrapado y colgado para que todos lo vean y contemplen, te das cuenta que eso no es el amor. Comienzas entonces a erigir tus defensas, las evidencias que citas para decir: “En verdad, esto es el amor y lo tengo aquí; cuelga de mi pared y lo veo; es mío, lo poseo, conservo y cuido. Mientras permanezca donde pueda verlo es real, y yo estoy a salvo”.

5.8 “Ah”, piensas, cuando encuentras amor, “ahora mi corazón canta; ahora sé qué es el amor”. Y asocias el amor que has encontrado a la persona en quien lo has encontrado, e inmediatamente buscas preservarlo. Hay millones de museos del amor, muchos más que altares. Sin embargo, tus museos no pueden preservar el amor. Te has convertido en un coleccionista, antes que en alguien que reúne. Tu temor ha crecido tanto que por seguridad coleccionas todo lo que podría combatirlo. De manera semejante al marco para el amor que cuelga en tu pared, las colecciones que llenan tus estantes, ya sean de ideas, dinero o cosas para contemplar, son intentos desesperados de guardar para ti algo apartado de lo demás. Al separar el amor, reconoces que no tiene lugar aquí, pero también te separas tú y todo aquello que defines como valioso. Construyes tus bancos, así como tus museos, a modo de palacios para el amor, y dejas de ver los becerros de oro que se esconden en los muros de palacio.

5.9 Esta compulsión a preservar las cosas no es sino afán por dejar una marca en el mundo, una marca que diga: “He conseguido mucho durante mi permanencia en este mundo. Estas cosas que amo son las que dejo, mi legado, las que declaran que yo estuve aquí”. Una vez más la idea es correcta, pero está tan tristemente fuera de lugar, que se convierte en una burla de lo que eres. El amor sí marca tu lugar, pero en la eternidad, no aquí. Lo que dejas atrás nunca es real.

5.10 El amor reunido en la unión es una celebración. El amor coleccionado no es más que una imitación. Es necesario reconocer y comprender esta diferencia, así como el impulso a separar el amor de todo lo demás, pues la comprensión de estos impulsos puede ser tan esclarecedora que puede comenzar a traer salud a un mundo demente.

5.11 Todavía no crees ni comprendes que los impulsos que sientes como reales, no son ni buenos ni malos. Tus auténticos sentimientos provienen del amor, pero tu respuesta a ellos está orientada por el temor. Incluso los sentimientos de destrucción y violencia provienen del amor. Tú no eres malo y no tienes sentimientos que puedan ser calificados de malos. Pero estás desorientado respecto del significado de tus sentimientos y de cómo estos pueden traerte amor a ti, y conducirte a ti al amor.

5.12 Las lecciones del amor se aprenden comprendiendo la relación entre lo que sientes y lo que haces. Cada sentimiento pide que te entregues a una relación con él, pues en él encontrarás amor. En cada unión, en cada entrega existe el amor. Cada unión, cada entrega es precedida por una suspensión del juicio. Por lo tanto, no es posible unirse a lo que se juzga. Lo juzgado permanece fuera de ti, y es eso que permanece fuera lo que te invita a hacer aquello que el amor no haría. Lo que permanece fuera es todo lo que no se ha unido a ti. Lo que se ha unido a ti deviene real en la unión, y lo real es solo amor.

5.13 ¿Puedes ver el lado práctico de esta lección? ¿Qué terror puede provocar un impulso violento que, cuando se une al amor, se convierte en otra cosa? Un impulso violento puede significar muchas cosas, pero siempre late en él un abrumador deseo de paz. Esta paz puede significar la destrucción de lo viejo, y el amor puede facilitar el ascenso y la caída de muchos ejércitos. ¿Qué huestes de destrucción pueden estremecer el mundo cuando son llevadas al amor?

5.14 Dentro de ti el mundo está seguro y a salvo. No reina el terror ni acechan pesadillas en la noche. Una vez más describiré la diferencia entre lo que está dentro y lo que está fuera. Adentro está todo lo que se ha unido a ti, afuera está todo lo que mantienes separado. Toda relación que hayas tenido alguna vez permanece dentro de ti. Mientras que todo aquello que has apartado, etiquetado, juzgado y apilado en los estantes permanece fuera de ti.

5.15 En esto consisten los dos mundos. Aquel que ves como real es el que mantienes fuera de ti y puedes ver con los ojos del cuerpo. Aquel que no ves y en el que no crees es el que no puedes ver en el exterior. Sin embargo, este último es el real. Ver ese mundo real en el interior requiere otro tipo de visión: la visión del corazón, la visión del amor, la visión de Cristo en ti.

5.16 Te asomas a la puerta de tu casa y ya sea que veas calles urbanas iluminadas, o calles atestadas de desperdicios y delincuencia, o campos sembrados, afirmas que ese es el mundo real. Es el mundo al que sales para ganarte la vida, recibir educación, encontrar pareja. La casa en la que moras, en cambio, como tu mundo interior, es donde vives la vida que mayor sentido tiene. Es donde se forman tus valores, donde tomas decisiones, donde encuentras seguridad. La comparación no es ociosa. Tu hogar está dentro de ti y es real, tan real como parece serlo la casa que has hecho dentro del mundo. Puedes decir que el mundo real está fuera de ti del mismo modo en que imaginas que el mundo real está más allá de las puertas de tu casa, pero decirlo no lo convierte en verdad.

5.17 Tu continuo deseo de mantener una relación con el mundo que está fuera de ti, es la única causa de que ese mundo permanezca. Esto se debe a que no defines la relación como una unión. Aquello con lo que te unes deviene real. Cuando lo integras en tu interior lo conviertes en real porque lo conviertes en uno con tu Ser real. Esto es lo real. Todo aquello con lo que no te unes permanece fuera de ti y es una ilusión, pues lo que no es uno contigo no existe.

5.18 De esta manera te conviertes en un cuerpo que se mueve en un mundo ilusorio donde nada es real y nada sucede en verdad. Este mundo ilusorio está lleno de cosas que te han dicho y que te has dicho que debes hacer, pero no quieres. Cuantas más cosas de estas haya en tu vida, más se empequeñece tu realidad. Todo lo que podría unirse a ti y convertirse en parte del mundo real de tu creación, queda fuera de tu alcance.

5.19 Nada hay en tu mundo que no pueda convertirse en sagrado mediante la relación contigo, pues tú eres la misma santidad. No lo sabes porque llenas tu mente y dejas vacío el corazón. Tu corazón solo se llena mediante la relación o la unión. Un corazón pleno eclipsa una mente plena, pues no deja espacio para los pensamientos insensatos, sino solo para aquello que es verdaderamente real.

5.20 Queda entonces propuesto el primer ejercicio para tu mente —y el único—, de este curso: dedica tu pensamiento a la unión. Cuando tu mente se llena de pensamientos sin sentido, cuando aparecen resentimientos, cuando te invaden las preocupaciones, repite el pensamiento que abre el corazón y despeja la mente: “Dedico todo pensamiento a la unión”. Toda vez que necesites reemplazar pensamientos sin sentido, piensa en esto y repítelo una y cien veces si es necesario. No necesitas imaginar con qué reemplazarás tus pensamientos sin sentido, pues tu corazón intercederá satisfaciendo su anhelo de unión tan pronto como hayas expresado tu voluntad de dejar que lo haga.

5.21 Todavía no comprendes la tenacidad de tu resistencia a esa unión que transformaría el infierno en cielo, y la locura en paz. Todavía no comprendes tu capacidad para elegir aquello a lo que das realidad, en tu creación del mundo. El único significado del libre albedrío es este: qué eliges unir contigo, y qué eliges dejar fuera de ti mismo.

5.22 Tu deseo de separación es el más demente de todos cuantos hayas concebido. Por encima de tu anhelo de unión colocas este deseo de estar solo y separado. Toda tu resistencia a Dios se basa en él. Crees que has elegido distanciarte de Dios para poder seguir tu propio camino, pero al mismo tiempo que anhelas regresar a Dios y al cielo que es tu hogar, no quieres admitir que no puedes hacerlo solo. Has convertido a la vida en una prueba y crees que puedes pasarla, o fracasar, por tus propios méritos. Sin embargo, cuanto más te esfuerzas para lograrlo, más te das cuenta de la futilidad de tus esfuerzos, aunque no quieras admitirlo. Te aferras al esfuerzo como si fuese el camino a Dios, y no quieres creer que todo esfuerzo es en vano, o que existe una solución más simple. Pero en tu mundo, una solución simple que no exija esfuerzo alguno, carece de valor. El individuo, te dices, se hace mediante el esfuerzo, y sin este, no existiría. En esto tienes razón, pues mientras pretendes ser un individuo, te niegas a ti mismo la unión con todos los demás.

5.23 Todos tus esfuerzos por ser un individuo se concentran en la vida del cuerpo. Tu concentración en la vida del cuerpo pretende mantenerlo separado. “Superar” es tu eslogan mientras luchas por vencer todos los obstáculos y adversidades que te impiden tener todo lo que crees que quieres tener. Esta es tu definición de la vida, y mientras rige, determina la vida que ves como real. Te presenta miles de opciones, no una vez, sino muchas, hasta que crees que tu poder de elección es una fantasía y que en realidad eres impotente. En consecuencia, restringes aquello que quieres, y sales en su busca con toda determinación, convencido de que hay que trabajar duro para conseguir la única opción que queda bajo control. Crees que si dejas de lado todo lo demás y te concentras solo en esta opción, tarde o temprano alcanzarás el éxito. Así se expresa la fe en tu capacidad de maniobra en el mundo que has creado; y si finalmente logras el éxito, sientes que esa fe está justificada. No te detienes a examinar el coste. Sin embargo, este pronto se torna evidente. En vez de sentir que has ganado, te encuentras intentando superar una sensación de pérdida. ¿En qué te equivocaste?, te preguntas. ¿Por qué no estás satisfecho con todo lo que has logrado?

5.24 Una vez que lo has logrado, este “conseguir lo que tú quieres” que dirige tu vida, demuestra que eso no es, precisamente, lo que querías. Cuando esto ocurre, simplemente crees que elegiste mal, por tanto eliges otra cosa, y luego otra más, sin detenerte a considerar que estás eligiendo entre ilusiones. ¡Y te sorprendes de no haber encontrado la felicidad! Mientras tanto, sigues viviendo la vida como una prueba, obligándote a alcanzar un logro tras otro, seguro de que el próximo será el truco para tu felicidad.

5.25 Y sí, se trata realmente de un truco, pues lo que fracasó una vez, va a fracasar de nuevo con total seguridad. Necesitas detenerte ahora mismo y abandonar lo que crees que quieres.

5.26 Detente ahora y observa tu reacción ante estas palabras, y la tenacidad de tu resistencia. ¿Abandonar lo que quieres? Sin duda esto es lo que esperabas que Dios te pidiera, y aquello contra lo cual te has protegido toda la vida. ¿Por qué tendrías que hacer este sacrificio? ¿Para qué vivirías? Quieres tan poco…, ¿cómo se te puede pedir que lo abandones?

5.27 En verdad quieres poco, y solo cuando cobras conciencia de esto puedes proceder a reivindicar todo lo que es tuyo.

5.28 Con cada unión a la que te entregas, tu mundo real se agranda, al mismo tiempo que decrece aquello que te aterroriza. Esta es la única pérdida provocada por la unión, y no es más que la pérdida de una ilusión. A medida que la unión te resulta más atractiva, comienzas a preguntarte cómo se produce. Debe haber algún secreto que no conoces. ¿Cuál es la diferencia entre proponerte una meta y alcanzarla, y unirte con algo?

5.29 No sería necesario que fueran dos cosas aparte, pero lo son por tu propia elección, la elección de lograr por tu cuenta lo que quieres. Esta es la diferencia entre unión y separación. Separación es todo lo que percibes por tu cuenta. Unión es todo aquello a lo que me invitas, y compartes con Dios. No estás solo ni estás sin tu Padre, pero la invitación es necesaria para que tomes conciencia de esa presencia. Así como yo lo fui, tú eres simultáneamente humano y divino. Aquello que tu yo humano ha olvidado, tu verdadero Ser lo resguarda a la espera de que le des la bienvenida para dártelo a conocer una vez más.

5.30 A Dios lo conoces en las relaciones, pues estas son lo único real. Dios no puede ser visto en las ilusiones ni puede ser conocido por quienes le temen. Todo temor es temor a las relaciones y, por consiguiente, miedo a Dios. Puedes aceptar el terror que reina en otra parte del mundo porque no te sientes relacionado con él. Solo en la relación las cosas se vuelven reales. Eres consciente de esto y por lo tanto te esmeras por mantener lejos de ti todo aquello que aumentaría tu desasosiego y sufrimiento. Pero es un error pensar que una relación puede provocar terror, desasosiego o sufrimiento.

5.31 Crees que estar en contacto con la violencia es tener una relación con ella. No es así. Si lo fuera, estarías unido a todo aquello con lo que entras en contacto, el mundo sería el cielo, y todo lo que ves sería bendecido por tu santidad. El hecho de que andes por el mundo sin relacionarte con él es lo que provoca tu alienación del cielo que podría ser.

5.32 Recuerda ahora un día maravilloso. Todo el mundo ha vivido por lo menos un día brillante en un mundo de oscuridad. Un día en que el sol brillaba en tu mundo y tú te sentías parte de todo. Cada árbol y cada flor te daban la bienvenida. Cada gota de agua parecía refrescar tu alma, y cada soplo de brisa te transportaba al cielo. Cada sonrisa parecía dirigida a ti, y tus pies parecían apenas tocar el suave suelo que pisabas. Esto es lo que te espera a medida en que te unes con lo que ves. Esto es lo que te espera cuando dejas de colocar juicios sobre el mundo, y al dejar de hacerlo, te unes a todo, y extiendes tu santidad a través de un mundo de pesares, haciendo que se convierta en un mundo de alegría.imagen corazón en círculo

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