Dentro de tu corazón descansa segura la realidad del amor; una realidad tan lejana que crees no recordarla. A esta realidad nos dirigimos cuando nos internamos en lo profundo de ti, hacia el centro de tu Ser
8.2 Este plan de estudios pretende ayudarte a ver que las emociones no son los verdaderos pensamientos de tu corazón. ¿En qué otro lenguaje puede hablar tu corazón? En un lenguaje hablado con tanta calma, con tal gentileza, que quienes no cultivan la quietud no lo conocen. El lenguaje del corazón es el lenguaje de la comunión.
8.3 Nos referiremos a la comunión como la unión de nivel superior, aunque en realidad no hay niveles de unión. En el aprendizaje, la idea de que existen niveles resulta útil, pues ayuda a ver el progreso desde una etapa, o nivel de aprendizaje, a otra. Aunque más que aprender se trata de recordar, cosa que entenderás a medida que recuperes la memoria. Tu corazón te ayudará durante el proceso de reemplazar el pensar por recordar. Y en este sentido, recordar puede ser experimentado como el lenguaje del corazón.
8.4 No se trata de recordar los días pasados en esta tierra, sino de recordar quién eres tú en verdad. El recuerdo proviene de lo más profundo de ti, del centro en el cual estás unido a Cristo. No se refiere a tus experiencias aquí, no refleja rostros ni símbolos. Es la memoria de la totalidad, del todo indiviso.
8.5 Multitud de pensamientos y emociones parecerían estar bloqueando tu camino a la quietud, donde puedes hallar el recuerdo. No obstante, como ya has visto una y otra vez, el Espíritu Santo puede usar lo que tú has hecho con un propósito superior cuando tu propósito está unido al del espíritu. Debemos explorar, entonces, una nueva forma de considerar las emociones, una forma que te permita usarlas para facilitar tu aprendizaje en vez de bloquearlo.
8.6 Piensas en el corazón como el lugar de los sentimientos, y en consecuencia asocias las emociones con el corazón. Sin embargo, las emociones son reacciones del cuerpo a estímulos que te llegan a través de los sentidos. Así, la contemplación de una puesta de sol puede llenar tus ojos de lágrimas, el contacto de tu mano con la piel de un bebé puede hacerte sentir que tu corazón desborda de amor, las palabras duras que entran por tus oídos pueden hacer que tu rostro se ruborice y tu corazón se cargue de un sentimiento que llamas enojo o vergüenza, según las circunstancias. Cuando los problemas se acumulan y parecen demasiados pueden provocar una turbación emocional o un trastorno nervioso. En estas situaciones circulan en ti demasiados sentimientos al mismo tiempo o te cierras y no das lugar a ninguno. Como con todas las demás cosas, anhelas un equilibrio que haga latir tu corazón sin sobresaltos, que surja una emoción por vez, que tus sentimientos sean controlables. Y sin embargo te sientes controlado por los sentimientos, por emociones que parecen tener vida propia, así como por un cuerpo que reacciona ante todo ello de unas maneras que te hacen sentir incómodo, ansioso, eufórico o aterrorizado.
8.7 Nada de eso habla de lo que tu corazón te quiere decir, sino que esconde el lenguaje del corazón, y sepulta la quietud bajo las siempre cambiantes facetas de una vida vivida en la superficie, como si tu piel fuese el campo de juego para todos tus ángeles y demonios. Lo que quieres recordar, se ve reemplazado por la memoria de estas emociones, que son tantas, que no podrías contar ni las de un solo día, y ni siquiera podrían hacer esto quienes dicen no tener emociones. No recurres a tus pensamientos para poder encontrar ahí los motivos de tu resentimiento, o la munición para tu venganza, o el dolor para el rememorar. Recurres a tus emociones, a esos sentimientos que dices que provienen de tu corazón.
8.8 Qué tontería creer que el amor podría morar con semejantes compañías. Si estas se encuentran en el corazón, ¿dónde está el amor? Si estas ilusiones fuesen reales, no quedaría lugar para el amor, ya que el amor habita donde no penetra la ilusión. Las ilusiones son como rémoras que se adhieren a la superficie de tu corazón, y que sin embargo no le impiden cumplir con su función, la función de portar consigo aquello que te mantiene a salvo en este mar proceloso.
8.9 Dentro de tu corazón descansa segura la realidad del amor; una realidad tan lejana que crees no recordarla. A esta realidad nos dirigimos cuando nos internamos en lo profundo de ti, hacia el centro de tu Ser
8.10 Incluso aquellos que tienen percepciones bastante desviadas saben que hay una diferencia entre la superficie y lo que descansa bajo ella. A menudo solo se ve la superficie de una situación, la superficie de un problema, la superficie de una relación, y esto es reconocido en el habla cuando decimos: “superficialmente parecería que…”, seguido por intentos de mirar bajo esa superficie para descubrir las causas, motivaciones o razones de una situación, problema o relación. A esto se lo suele llamar búsqueda de la verdad. Aunque la forma en que buscas la verdad allí donde no está hace que permanezca oculta, el reconocimiento de que hay una verdad más allá de la superficie nos será muy útil en esta etapa, así como tu reconocimiento de que existe algo diferente de lo que se muestra sobre la superficie.
8.11 ¿Qué pretendes hacer cuando intentas ver bajo la superficie? ¿Pretendes ver debajo de la piel o en los rincones ocultos de la mente y el corazón? Sin unión, ninguna búsqueda revelará la verdad. Y aunque hay una parte de ti que sabe esto, en vez de la unión prefieres entregarte al juego de la especulación, la conjetura y las causas probables. Buscas explicaciones e información en lugar de la verdad que dices tratar de encontrar. Buscas en el juicio antes que en el perdón. Buscas con una actitud de separación, en vez de buscar desde la unión. Tal vez creas que si supieras cómo es la unión, seguramente la usarías ahora mismo para buscar la verdad o para otros objetivos. Te gustaría resolver problemas, ser una persona que, como en un juzgado, separa el bien del mal, la verdad de la mentira, los hechos de la ficción. Pero no ves que lo que deseas es una mayor separación, y no ves que esta no surge de la unidad ni puede brindarte la verdad.
8.12 Hasta tus más elevados deseos están cargados de este sentido de rectitud que te lleva a juzgar a los demás, más allá de la nobleza de la causa que dices seguir. Quisieras ver en la mente y el corazón de los demás con el fin de ayudarlos, pero también para adquirir poder sobre ellos. Consideras que todo lo que ves es tu propiedad y lo que hagas con ello es tu privilegio. ¿Cómo de peligroso serías si la unión fuese así? Cuán rectamente lucharías contra ella para proteger tus secretos. Esta percepción errónea de la unión pretende alejarte de la meta que persigues, la meta que no es meta, sino tu propia realidad, el estado natural en el que existirías si no fuera porque, por decisión propia, has rechazado tu auténtica naturaleza.
8.13 ¿Ves ahora por qué la unidad y la totalidad van de la mano? ¿Por qué no puedes retener una parte de ti mismo y al mismo tiempo darte cuenta de que la unidad es tu hogar? Si fuese posible existir en unidad y al mismo tiempo retener o escatimar, la unidad sería una burla. ¿A quién le escatimarías? ¿Y de quién escatimarías? La unidad es totalidad. De todos para todos.
8.14 Hemos hablado de lo que está en la superficie. Hagamos ahora un experimento. Considera tu cuerpo como la superficie de tu existencia, y contémplalo. Toma un poco de distancia respecto a él, pues no es tu hogar. El corazón del que hablamos no mora en él, y tú tampoco. Los cuerpos separados no pueden unirse en una totalidad. Fueron hechos para alejarte de la totalidad y para convencerte de la ilusión de la separación. Toma distancia. Contempla tu cuerpo solo como la superficie de tu existencia. Es lo que aparenta ser, y nada más. No dejes que te impida ver la verdad, así como no dejas que otros aspectos superficiales te la escondan. Aunque no hayas encontrado la verdad, puedes reconocer qué cosas no lo son. Tu cuerpo no es la verdad de lo que eres, por más que lo parezca. Por ahora, lo consideraremos el aspecto superficial de tu existencia.
8.15 Daremos un paso más, pues muchos todavía creen que lo que está dentro del cuerpo es real: el cerebro y el corazón, los pensamientos y las emociones. Si tu cuerpo contuviera lo real, él también sería real, del mismo modo que, si una situación superficial contuviera la verdad, sería la verdad. Ahora bien, si tu cuerpo y lo que hay dentro de él no son la realidad, te sientes desamparado, como si te hubieses quedado sin hogar. Esta sensación es necesaria para que puedas regresar al verdadero hogar, pues si estuvieses encerrado en tu cuerpo y lo aceptaras como tu hogar, no aceptarías ningún otro.
8.16 Tu “otro” hogar es el que sientes como si lo hubieras abandonado, y como al que anhelas regresar. Sin embargo, ya estás en él, y no podrías estar en ninguna otra parte. Tu hogar está aquí. Piensas que esto es incongruente con la verdad tal como la estoy revelando, la verdad de que el cielo es tu hogar. Pero no lo es. No hay un aquí de la manera en que piensas, desde la perspectiva de una localidad, un planeta, un cuerpo. Dios está aquí y tú perteneces a Dios. Este es el único sentido en que deberías aceptar la noción de que perteneces a tal o cual lugar. Solo cuando cobras conciencia de que Dios está aquí puedes decir que aquí está tu lugar.
8.17 Ahora que estás poniendo distancia entre tu cuerpo y tú para poder participar en este experimento que te permite reconocer el elemento superficial de tu existencia, eres consciente quizás como nunca antes de encontrarte en un lugar y en un tiempo determinados. Cuando tomas distancia para contemplar tu cuerpo, esto es lo que ves: una forma que se mueve en el tiempo y el espacio. Eres entonces más consciente de sus acciones y achaques, su fortaleza y su debilidad. Puedes darte cuenta de cómo gobierna tu existencia, y preguntarte cómo es que vas a poder pasar ni siquiera un instante sin tener conciencia de él.
8.18 Este instante sin consciencia del cuerpo fue descrito maravillosamente en Un curso de milagros como el Instante Santo. Tal vez creas que la observación de tu cuerpo no es una buena manera de lograrlo, pero a medida que observas aprendes a tomar distancia de lo que ves. Mas es necesario recordarte que no debes observar con la mente sino con el corazón. Y esta observación contendrá una santidad, un regalo de intuición, más allá de tu visión normal.
8.19 Comenzarás sintiendo compasión por este cuerpo que, durante tanto tiempo, has considerado tu hogar. Ahí va, una vez más, durmiendo y despertándose… llenándose una vez más de energía y malgastándola hasta sentir fatiga. Y llega un nuevo día que saludas con tu corazón. Un nuevo día que te dice que todo pasa. A veces esto brinda regocijo y, a veces, tristeza. Pero nunca puedes evitar el hecho de que cada día es tanto un comienzo como un final, y que tan seguro llega la noche como que llega el día.
8.20 En estos días que pasan se mueven muchos otros cuerpos semejantes al tuyo. Cada uno es diferente, ¡y hay tantos! Cuando observas, es posible que te sientas abrumado por todo lo que observas, por la inmensidad de todo aquello que ocupa el mundo junto contigo. Algunos días te sentirás como uno de tantos, un pequeño e insignificante peón. Otros días te sentirás superior, la culminación del mundo y de todos sus años de evolución. Habrá días en que te sentirás muy terrenal, como si este fuese tu hogar natural. Habrá otros días en que sentirás lo contrario, y te preguntarás dónde estás. Ahí está tu cuerpo, pero, ¿dónde estás tú?
8.21 Aunque no puedas observarlo, cobrarás conciencia de cómo el pasado camina junto contigo, y el futuro también. Ambos son como compañeros que por un instante vienen a distraerte, pero se niegan a abandonarte cuando quieres que se vayan.
8.22 ¿Dónde viven el pasado y el futuro? ¿Adónde va el día cuando llega la noche? ¿Qué harás con todas estas formas que deambulan a lo largo de los días junto a ti? ¿Qué es lo que observas en realidad?
8.23 Esta es tu representación [reenactment] de la creación, comenzada cada mañana, y completada cada noche. Cada día es tu creación, reunido y sostenido mediante el sistema de pensamiento que le dio origen. Observar esto es ver su realidad. Y ver esta realidad equivale a ver la imagen de Dios que tú has creado a semejanza de Dios. Esta imagen se basa en tu recuerdo de la verdad de la creación de Dios, y en tu deseo de crear como tu Padre. No es mucho más lo que puedes hacer en tu condición de olvido. Aun así, tiene bastante que decirte.
8.24 Todo se sostiene gracias al sistema de pensamiento que le dio origen. Pero hay dos sistemas de pensamiento: el sistema de pensamiento de Dios y el sistema de pensamiento del ego o yo separado. El sistema de pensamiento del yo separado ve separación en todo. El sistema de pensamiento de Dios ve unidad en todo. El sistema de pensamiento de Dios es un sistema de permanente creación, renacimiento y renovación. El sistema de pensamiento del ego es un sistema de continua decadencia, destrucción y muerte. ¡Y sin embargo, cómo se parecen!
8.25 ¡Cómo se parece a la memoria el recordar una cosa hasta en sus más mínimos detalles, y sin embargo no tener idea de lo que se trataba en realidad! Los recuerdos acaban deformados y distorsionados por lo que tú quisieras que fuesen. Todos podemos evocar el recuerdo de por lo menos un incidente que, cuando fue expuesto a la luz de la verdad, resultó ser una gran mentira. Ocurre al recordar ocasiones en que creías que un ser querido te quería perjudicar cuando en realidad estaba tratando de ayudarte. O cuando recuerdas situaciones que te resultaban vergonzosas o destructivas pero en realidad buscaban enseñarte algo que necesitabas aprender para alcanzar el éxito del que ahora gozas.
8.26 Tu recuerdo de la creación de Dios es una memoria que conservas hasta en sus detalles más nimios. Sin embargo, los detalles enmascaran la verdad tan completamente, que acaban sometiéndola a la ilusión.
8.27 ¿Cómo puede ser que vayas por el mismo mundo, día tras día, en el mismo cuerpo, y que observes tantas situaciones semejantes, y que te despiertes bajo el mismo sol y lo veas ocultarse cada noche, y, aun así, cada día te resulte tan diferente que a veces te sientes feliz y a veces triste, o un día tienes esperanza, y al siguiente te hundes en la desesperación? ¿Cómo es posible que lo creado en forma semejante a la creación de Dios se oponga tanto a ella? ¿Cómo es posible que la memoria engañe los ojos y sin embargo no engañe al corazón?
8.28 Esta es la verdad de tu existencia: una existencia en la que tus ojos te engañan pero tu corazón no cree en el engaño. Tus días no son sino la evidencia de esta verdad. Lo que tus ojos ven puede engañarte un día, pero al día siguiente tu corazón ve más allá del engaño. Y así es como en tu mundo un día es la desdicha personificada y el siguiente es gozo puro.
8.29 Regocíjate de que tu corazón no es engañado, pues en ello reside tu camino al verdadero recuerdo.

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