Los lirios del campo no siembran ni cosechan, y sin embargo nada les falta. Las aves del cielo viven para cantar de alegría. Tú también.
9.2 Las emociones hablan el idioma del yo separado, no el lenguaje del corazón. Son la primera línea de tu sistema de defensa, siempre vigilantes de lo que pueda lastimar al pequeño yo que creen bajo su protección, o a los otros pequeños yoes que tú crees bajo tu protección. Pero recuerda ahora cuánto se asemeja lo que tú has hecho a la creación, no en su sustancia sino en la forma. La creación no necesita protección, y es solo tu creencia en tal necesidad la causa de que tus sentimientos hayan quedado oscurecidos por la ilusión. Si no sintieras necesidad de proteger tu corazón, o los cuerpos que amas, tus sentimientos conservarían su inocencia y no podrían lastimarte
.
9.3 El deseo de proteger tiene su origen en la desconfianza, y está basado totalmente en el miedo. Si no existiese el temor, ¿qué habría que proteger? De esta manera, todo tu amor —el amor que imaginas albergar en ti y el que imaginas dar y recibir— está contaminado de temor y, por lo tanto, no puede ser amor real. Pero porque recuerdas el amor como aquello que te dio seguridad, te hizo feliz y te unió a los demás, intentas usarlo aquí. Esto es un recuerdo real de la creación que has distorsionado. Tu memoria defectuosa te ha llevado a creer que puedes usar el amor para sentirte seguro, feliz y unido a quienes eliges amar. Este no es el caso, pues el amor no puede ser usado.
9.4 De la misma manera has distorsionado toda relación, haciendo que sea real solo en la medida en que es usada por ti o para ti. En tu memoria de la creación, recuerdas que todas las cosas existen en relación y que todas suceden en relación. Así, has elegido usar la relación para probar tu existencia y lograr que sucedan cosas. Este uso de la relación nunca te proporcionará la prueba o la acción que buscas, porque la relación no puede ser usada.
9.5 Mira a tu alrededor la habitación en que estás sentado y quita su utilidad a todas las cosas que ves en ella. ¿Cuántas conservarías? Tu cuerpo también fue creado por su utilidad. Te hace a un lado a ti, así como ocurre con cada cosa de tu habitación, pues su utilidad la deja de lado. Pregúntate ahora: ¿para quién es útil tu cuerpo? La pregunta no se refiere a aquellos para quienes cocinas o limpias ni a aquellos cuyos cuerpos o mentes mejoras. La pregunta, en realidad, es ¿quién habrá visto un uso para un cuerpo como el tuyo antes de que fuese creado? ¿Qué clase de creador lo haría y con qué propósito?
9.6 Tú no creaste tu Ser, pero sí creaste tu cuerpo. Fue creado por su utilidad, al igual que todos los demás objetos que comparten el espacio que ocupas. Piensa por un instante en cuál puede haber sido la intención del creador de tu cuerpo. El cuerpo es una entidad finita, creada para sostenerse a sí misma pero también para destruirse a sí misma. Necesita mantenimiento constante, y ello requiere trabajo y esfuerzo. Cada centímetro de su superficie recibe y transmite información, pero también posee herramientas adicionales como los ojos y los oídos para incrementar la comunicación y controlar lo que entra y lo que sale. Es tan susceptible al dolor como al placer. Contiene los medios para la unión, pero para una unión solo de naturaleza temporal. Es capaz de ser violento y también amable. Nace y muere en estado de desamparo.
9.7 El cuerpo no puede evitar ser así, pues fue hecho con un doble propósito: constituir un yo separado para luego glorificarlo, y castigar a ese yo separado por la separación. Su creador tuvo en mente lo que el cuerpo refleja: engrandecimiento de sí mismo y exclusión, placer y dolor, violencia y amabilidad. Un deseo de saberlo todo pero solo a través del propio esfuerzo, un deseo de verlo todo pero solamente a través de sus propios ojos, un deseo de ser conocido pero solo mediante lo que elige compartir. Junto con estos deseos, resulta sencillo ver cómo se desarrolló el mundo del cuerpo. Junto con el deseo de saber coexiste el deseo de no saber. Junto con el deseo de ver coexiste el deseo de no ver. Junto con el deseo de compartir coexiste el deseo de ocultar. Junto con el deseo de vivir coexiste el deseo de no vivir más.
9.8 Siempre has sido tal como fuiste creado, pero esto es lo que elegiste hacer de aquello con lo que comenzaste. En otras palabras, tomaste aquello que siempre fuiste e hiciste esto de ti. No creaste de la nada ni usurpaste el poder de Dios. Tomaste lo que Dios creó y lo convertiste en una ilusión tan poderosa, que crees en ella en vez de creer en la verdad. Pero así como pudiste hacerlo, puedes deshacerlo. Esta es la elección que tienes ante ti: seguir creyendo en la ilusión que construiste, o comenzar a ver la verdad.
9.9 Ahora buscas aprender la manera de escaparte de lo que has construido. Para hacerlo debes retirarle tu fe. Todavía no estás preparado, pero tu corazón te pondrá en camino. Y al prepararte, caminas junto a aquel que te ha esperado con un solo propósito, en vez de junto a esos deseos conflictivos que elegiste para que te trajeran a este mundo extraño. Caminas con ligereza donde antes caminabas encadenado. Caminas con un compañero que te conoce tal como eres y que quiere mostrarte tu Ser
.
9.10 Contempla ahora tu cuerpo como antes contemplaste el espacio que ocupas. Si le quitaras al cuerpo su utilidad, ¿lo conservarías? Mientras tomas distancia y observas tu cuerpo, siempre con la visión de tu corazón, piensa para qué lo usarías. Lo que Dios creó no puede ser usado, pero lo que tú creaste, sí, pues su único propósito es el uso. Elige usarlo para regresar a tu verdadero Ser, y este nuevo propósito cambiará tanto su utilidad como su estado.
9.11 Todo uso se basa en la simple idea de que no tienes lo que necesitas. Mientras tus lealtades permanezcan divididas seguirás creyendo en ella. Mientras no retires toda tu fe de lo que tú has hecho, seguirás creyendo que sigue siendo útil para ti. Ya que este es el caso, y ya que no puede ser cambiado sin que tú estés dispuesto a cambiarlo, en vez de ignorar lo que has hecho, lo usaremos de otra manera. Debes tener en cuenta, sin embargo, que esto solo lo hacemos para ganar tiempo, pues tu verdadero Ser no tiene necesidad de usar nada.
9.12 Como ya hemos aclarado, lo más útil para ti ahora es la percepción de tu corazón. Tan pronto como deshagas tus ilusiones respecto de él, se te revelará la verdad, pues tus percepciones erróneas acerca del corazón están, de todos modos, más cerca de la verdad que cualquier otra cosa que tengas. La memoria de tu corazón es la más fuerte y pura que existe, y sus recuerdos te ayudarán a aquietar la mente y revelar el resto.
9.13 Regresamos entonces a la percepción de tus emociones y de todo lo que te hacen sentir. En tus sentimientos, especialmente en aquellos que no puedes nombrar, reside tu conexión con todo lo que existe. Esto es muy útil, pues lo que ya has nombrado y clasificado resulta mucho más difícil de desalojar e iluminar. Inclusive esos sentimientos que intentas nombrar y guardar en un casillero, y que has clasificado de tal o cual manera, no siempre se conforman con permanecer donde tú los colocaste. Parecen traicionarte cuando en realidad eres tú quien los ha traicionado al no dejarlos ser lo que en verdad son. Esto puede servirte como una muestra de en qué consiste todo el problema: no permites que nada de lo que existe en tu mundo, incluyéndote a ti mismo, sea tal como es.
9.14 Los sentimientos que parecen rebelarse con voluntad propia contra esta situación insana lo hacen guiados por recuerdos que tratan de revelarte la verdad. Te llaman desde un lugar que no conoces. El único problema es que el único que los escucha es tu yo separado, y, en sus intentos por interpretar lo que dicen, los distorsiona como hace con todo lo demás. Este yo separado siente la compulsión de calificar a los sentimientos como buenos o malos, apreciables o despreciables. Tu lenguaje ubica a la emoción un paso por detrás del temor en tu batalla por controlar o proteger lo que has construido.
9.15 El temor siempre subyace a muy corta distancia bajo la superficie de una situación porque subyace apenas bajo la superficie de tu yo. Si eliminas el primer nivel de lo que tus ojos te permiten ver, descubrirás que el miedo está al acecho. El siguiente nivel es el deseo de controlar o el deseo de proteger, según tu predisposición. En realidad ambos son lo mismo, solo que presentan rostros diferentes al mundo. Si, para los fines de nuestra exposición, el cuerpo es el nivel más superficial de tu yo y, por debajo de esa superficie, lo primero que encontramos es el miedo, de ese miedo procederá todo lo demás. Debería resultar fácil comprender que los deseos de controlar o proteger no existirían sin el sustrato de miedo que los precede.
9.16 El miedo, como todas las demás emociones, adopta muchos disfraces y recibe muchos nombres. Pero en realidad existen solo dos emociones: una es el miedo, la otra es el amor. El miedo es la fuente de toda ilusión, el amor es la fuente de la verdad.
9.17 ¿Cómo podría carecer de temor alguien que está separado de todos los demás? No tiene importancia que los demás también parezcan estar separados. Nadie cree que los demás estén tan separados como él. Siempre parece que otros tienen aquello de lo que uno carece y por tanto busca. Parecerías estar solo en tu fragilidad y falta de amor. Los demás no te entienden ni conocen, ni tú puedes entenderlos
.
9.18 Nada de esto es necesario, pues tú no estás separado. Las relaciones con las que pretendes poner fin a tu soledad pueden hacerlo si aprendes a verlas de otra manera. Como con todos los demás problemas de percepción, el miedo bloquea la visión de tu corazón, la luz que el Cristo en ti quiere hacer brillar sobre las tinieblas. ¿Acaso no puedes ver que, cuando elegiste la separación, también elegiste el miedo? El miedo es solo una opción, que puede ser reemplazada por otro tipo de elección.
9.19 Hemos dicho a menudo que causa y efecto son en verdad lo mismo. El mundo que ves es un efecto del miedo. Todos sentimos compasión de un niño atormentado por pesadillas. El deseo más ferviente de todo padre sería poder decirle al niño, de la manera más fehaciente, que no hay nada que temer. Sin embargo, la edad no te ha quitado el miedo, ni ha logrado que tu sueño de vida deje de ser una pesadilla. Aun así, son pocos los momentos de compasión que te concedes, y cuando estas escasas ocasiones se presentan, rápidamente las reemplazas con afanes prácticos. Mientras no tienes reparos para disipar la pesadilla de un niño, no encuentras la manera de disipar la tuya. Escondes el miedo bajo la superficie y tras cada una de las etiquetas que le pones, en un intento desesperado por no verlo más. Vivir con miedo es en verdad una maldición, y una que intentas decirte que no existe. Entonces vuelcas tu mirada hacia otros, hacia quienes viven en países arrasados por la guerra o en vecindarios asolados por la violencia. Hay razones para tener miedo, te dices; pero no aquí.
9.20 Esta es la única manera en que has sido capaz de aliviar la pesadilla de una vida con temor. Proyectas el miedo hacia afuera de ti, lejos, sin ver que conservas aquello que proyectas, sin ver que los signos exteriores del temor son solo reflejos de lo que llevas dentro.
9.21 Piensa ahora en alguien que hayas identificado con la vida de temor que tú niegas estar viviendo. Imagina que puedes sacar a esa persona de ese lugar oscuro y peligroso. Tiene frío, por lo que enciendes un fuego y le das una manta abrigada para sus piernas. Tiene hambre, por lo que le preparas una comida abundante. La existencia de esa persona se desarrolla en la violencia que tú mantienes fuera de tu casa, y desde tu santuario interior le das un momento de respiro de la guerra que arrecia allá afuera. Todo tu comportamiento e incluso tus fantasías dan testimonio de que crees que la ausencia de frío implica calor, que la ausencia de hambre es satisfacción, que la ausencia de violencia es paz. Crees que si puedes proporcionar aquellas cosas que son lo opuesto de lo que no quieres para ti, logras mucho. Pero el fuego solo provee calor mientras se aviva, una comida solo proporciona satisfacción hasta que existe necesidad de otra, tu puerta cerrada solo te ofrece seguridad mientras la frontera que marca es respetada. Reemplazar lo transitorio con lo transitorio no es una respuesta.
9.22 Tal vez pienses que esto que acabo de decir es lo opuesto de la instrucción dada en la Biblia. Allí se te insta a dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento y recibir al extraño. Más aún, dice que cuando haces esto con otra persona, a mí me lo haces. ¿Acaso piensas que yo necesito una comida, un vaso de agua o alojamiento? Cuando estás atrapado en la ilusión de la necesidad, no hay duda de que estos actos de caridad tienen valor, pero este valor es pasajero. Mis palabras te llaman a lo eterno, al alimento y el descanso del espíritu. Que dirijas tu vista solo al cuidado del cuerpo es un ejemplo más de un reemplazo por lo opuesto.
9.23 ¿Acaso no es esa tu manera de resolver todos los problemas que enfrentas? Ves aquello que no quieres, e intentas reemplazarlo con lo opuesto. Tu vida, entonces, se te va en una lucha contra lo que tienes, para conseguir lo que no tienes. Para aclarar esto basta un ejemplo. Sientes una carencia, entonces deseas. Quieres, quieres y quieres. Estás convencido de que no tienes lo que necesitas, por tanto, te colocas continuamente en el lugar de la necesidad. En consecuencia, pasas tu vida tratando de satisfacer tus necesidades. Para la mayoría esto adopta la forma del trabajo. Así es como te pasas la vida trabajando para satisfacer tus necesidades y las de tus seres queridos. ¿Qué harías con tu vida si no tuvieses necesidades que satisfacer? ¿Qué harías con tu vida si no tuvieses temor? Estas dos preguntas son en realidad la misma.
9.24 El único reemplazo que habrá de satisfacer tu búsqueda es el reemplazo de la ilusión con la verdad, el reemplazo del temor con el amor, el reemplazo de tu yo separado por tu Ser real, el Ser que mora en la unidad. Lo que te lleva a intentar cualquier otro tipo de reemplazo es tu conocimiento de que el verdadero va a ocurrir. Puedes continuar de la misma manera, esperando siempre que el próximo reemplazo sea el que te proporcione lo que deseas, o puedes decidirte por el único reemplazo que sirve.
9.25 Solo se te pide que renuncies a tu insana noción de que estás solo. Hablamos aquí del cuerpo solamente porque es lo que tú eriges como prueba de la validez de esta noción demente. También es la prueba que garantiza una vida de temor. ¿Cómo no podrías temer por la seguridad de un hogar tan frágil como el cuerpo? ¿Cómo podrías negarte a proveer la próxima comida para ti y tus seres queridos? No ves de qué es de lo que te quieren apartar todas esas distracciones relativas a la satisfacción de necesidades.
9.26 Sin embargo, la misma realidad que has construido —la realidad de que no puedes tener éxito al hacer aquello en lo que te esfuerzas constantemente por hacer— es una situación establecida para proporcionar la relación. Así como todas las demás cosas que recuerdas de la creación, y que hiciste a su imagen, así es también esto. Al hacer de ti un ser separado y solo, también has hecho necesario que, para sobrevivir, necesites estar en relación. Sin relación tu misma especie dejaría de existir; más aún, toda la vida se extinguiría. Es obvio entonces que debes ayudar a tu hermana y a tu hermano, pues ellos son como tú, y son tu posibilidad de comprender la eternidad, aun dentro de la falsa realidad que has construido.
9.27 Volvamos al ejemplo de saciar el hambre de tu hermana y la sed de tu hermano. No se trata solamente de una lección sobre la satisfacción del hambre y la sed del espíritu, sino también una lección sobre la relación. En la satisfacción de la necesidad de otra persona, se produce una relación que le confiere al gesto un valor perdurable. Tu voluntad de decir: “Hermano, no estás solo” constituye el mayor beneficio de la situación no solo para tu hermano, sino también para ti. Cuando dices: “Hermana, no estás sola”, el hambre y la sed del espíritu se satisfacen en la plenitud de la unidad. Al darte cuenta que no estás solo, tomas conciencia de tu unidad conmigo y comienzas a desplazarte del temor al amor
.
9.28 No eres tu propio creador. Esta es tu salvación. Tú no has creado algo de la nada. Empezaste con algo, y ese algo es lo que Dios creó, y permanece siendo tal y como Dios lo creó. No es necesario que fuerces tus creencias más allá de estas simples afirmaciones. ¿Son acaso tan imposibles que no puedes aceptarlas? ¿Es tan imposible imaginar que aquello que Dios creó resultó distorsionado por el deseo de que tu realidad fuese distinta de como es? ¿Acaso no has sido testigo de la manera en que esta distorsión sucede en la realidad que ves? ¿No es esta la historia del hijo o hija que derrocha todos los bienes que le fueron dados por no verlos, o por distorsionar su utilidad?
9.29 Ustedes son las hijas e hijos pródigos, constantemente invitados a regresar al hogar, al abrazo de bienvenida del Padre.
9.30 Piensa en tu computadora, en tu automóvil o en cualquier otra cosa que uses. Sin usuario, ¿ellas tendrían alguna función? ¿Serían algo? Un automóvil abandonado y sin alguien que lo use podría convertirse en un hogar para una familia de ratones. Una computadora podría cubrirse con una tela, y recibir encima un florero. Alguien que no sabe para qué sirve podría usarla para lo que se le ocurriera, pero jamás intercambiaría su papel con el de ella [como se hace al asignarle voluntad a una computadora]. En un accidente no se le puede echar la culpa al automóvil por los errores cometidos por el usuario. Sin embargo, este cambio de roles se asemeja a lo que has querido hacer, y es como echarle la culpa del accidente al automóvil. Tú has intentado intercambiar roles con el cuerpo, diciendo que este te usa a ti, y no lo contrario. Lo haces a partir de la culpa, para tratar de depositarla en algo exterior a ti. “Mi cuerpo me llevó a hacerlo” es como la excusa de un niño con un amigo imaginario. De esta manera, el niño anuncia que su cuerpo está fuera de su control. ¿Qué es tu ego sino un amigo imaginario para ti?
9.31 Hijo de Dios, no necesitas un amigo imaginario cuando tienes a tu lado a aquel que es tu amigo para siempre, y que te mostrará que no tienes necesidades. Aquello que realmente eres no puede ser usado, ni siquiera por Dios. ¿Acaso no ves que solo en la ilusión puedes usar a tus semejantes?
9.32 Aprendes el concepto de usar a los demás a partir la realidad que has construido, en la cual usas el cuerpo que tú llamas hogar y que identificas como tu ser. ¿Cómo pueden ser uno y lo mismo aquel que usa y el objeto usado? Esta locura hace que el propósito de tu vida parezca útil. Cuanto más útil sea tu cuerpo para ti y para otros, más valor le adjudicas. Han pasado eones desde el comienzo de la creación, y aún no has aprendido la lección de las aves del cielo y las flores del campo. Han pasado dos mil años desde que se te dijo que observaras esta lección. Los lirios del campo no siembran ni cosechan, y sin embargo nada les falta. Las aves del cielo viven para cantar de alegría. Tú también.
9.33 La voluntad de Dios para ti es la felicidad, y nunca ha sido de otro modo. La creación de Dios es para la eternidad, y no tiene ninguna utilidad para el tiempo. El tiempo también es construcción tuya, otra idea de uso, y que se salió de quicio, pues una vez más permitiste que una cosa hecha para tu uso se convirtiera en el usuario. Con tus propias manos entregas toda tu felicidad y poder a aquello que tú mismo hiciste. Importa poco si al hacerlo imitaste aquello que tu imperfecta memoria recuerda de la creación de Dios. Solo Dios puede conceder el libre albedrío. Y al entregarle tu poder a cosas como tu cuerpo y a ideas como el tiempo, tu imitación del don del libre albedrío queda tan falsamente depositada en la ilusión, que no puedes ver su locura. El cuerpo no tiene uso para tu poder y el tiempo no fue hecho para la felicidad.
9.34 El libre albedrío que Dios te dio es el que te ha permitido construirte a ti mismo y a tu mundo de acuerdo con tu voluntad. Ahora miras ese mundo con culpa, y lo ves como evidencia de tu naturaleza maligna. Refuerza tu idea de que has cambiado demasiado como para volver a ser digno de tu verdadera herencia. Y a esta temes arruinarla. La única cosa que te probaría como heredero sería si pudieras arreglarte y arreglar el mundo, restaurándolo a una condición previa que imaginas que conoces. En este escenario, Dios se parece más a tu banquero que a tu Padre. Estás más dispuesto a demostrarle a Dios que “tú puedes lograrlo”, antes que a pedirle Su ayuda.
9.35 Mientras no quieras ser perdonado no sentirás la caricia amable del perdón sobre ti y tu mundo. Y aunque en realidad este perdón no es necesario, así como tampoco es real ese gran cambio que crees haber atravesado, el deseo de ser perdonado es el primer paso para dejar atrás la creencia de que puedes arreglar las cosas por ti mismo y, al hacerlo, ganarte el regreso a la casa del Padre. Estar dispuesto a ser perdonado precede a la restauración, el estado en el cual te permites a ti mismo que tus errores sean corregidos. Estos errores no son los pecados de que te acusas, sino simplemente tus errores de percepción. La corrección, o restauración, te devuelve a tu estado natural, donde mora la verdadera visión, y el error y el pecado desaparecen.
9.36 Tu estado natural es la unión, y cada vez que te unes en una relación sagrada, parte del recuerdo de esa unión regresa a ti. En cada relación especial que empiezas buscas este recuerdo de tu divinidad, pero tu verdadera búsqueda queda oculta debido a la interferencia del concepto de uso. Mientras tu corazón busca la unión, tu yo separado busca lo que pueda servirle para llenar el vacío y aliviar el terror de la separación. Lo que tu corazón busca en el amor, lo encuentra; pero tu yo separado trata de impedirlo convirtiendo cada situación en un medio para servir a sus fines. En la medida en que ves la unión como un medio para evitar la soledad, no la ves como aquello que es en realidad.
9.37 Has puesto límites a todas las cosas de tu mundo. Y estos límites demarcados por la utilidad bloquean el regreso de tu memoria. Una relación de amor, aunque sea un gran logro debido a la intimidad que alcanzas con un hermano o hermana, aún está limitada por lo que tú pretendes. Su propósito es compensar una carencia. Esta es tu definición de plenitud. Encuentras en otra persona lo que a ti te falta, y juntos compartís la sensación de completarse.
9.38 Una vez más, se trata de una distorsión de la creación. Recuerdas que la plenitud se logra mediante la unión, pero no recuerdas cómo. Has olvidado que solo tú puedes realizarte. Crees que si juntas varias partes puedes armar el todo. Hablas de equilibrio, y para una de tus partes intentas buscar algo en un cierto lugar, y luego para otra parte de ti buscas otra cosa en un lugar distinto. Algo consigue cubrir tu necesidad de amistad… y otra cosa tu necesidad de estímulo intelectual. En una actividad expresas tu creatividad, y en otra tu espiritualidad. Como una cartera de inversiones, crees que diversificar los distintos aspectos de ti mismo protege tus bienes. Tienes miedo de “poner todos los huevos en una canasta”. Crees buscar un equilibrio entre las cosas que calificas como trabajo aburrido, y lo que calificas como diversión. Al hacerlo, crees usar tu tiempo con inteligencia y te calificas como “individuo sensato”. A medida en que no busques nada más que esto, no te darás cuenta de otra cosa.
9.39 Buscar lo que has perdido en otras personas, lugares y cosas, no es más que un signo de que no entiendes que lo perdido aún te pertenece. Extrañas lo que has perdido, pero no se ha ido. Lo que has perdido está oculto para tus ojos, pero no ha desaparecido ni se ha extinguido. Lo que has perdido es valioso, y tú lo sabes, pero no sabes qué es. Una sola cosa es segura: cuando lo encuentres sabrás que lo has hallado. Te brindará felicidad, paz, contento y un sentido de pertenencia. Te hará sentir que tu tiempo aquí no ha sido en vano. Sabes que cualquiera que haya parecido ser el propósito de tu vida, si en tu lecho de muerte no has encontrado lo que buscaste, no te irás en paz, sino con una profunda desesperación y un profundo miedo. No hallarás esperanza en lo que pudiera haber más allá de la vida, pues no has encontrado esperanza alguna en la vida.
9.40 Tu búsqueda de lo ausente se convierte entonces en tu carrera contra la muerte. Lo buscas aquí y allá y te apresuras de una cosa a la siguiente. Corres esta carrera en soledad, a la espera de una victoria individual. No te das cuenta de que si te detienes y tomas la mano de tu hermano, tu marcha se convertirá en un valle lleno de lirios, y hallarás tu Ser del otro lado de la línea de llegada, finalmente capaz de descansar.
9.41 La idea de descansar en paz es para los vivos, no para los muertos. Pero mientras sigas corriendo, no lo sabrás. La competencia por el logro individual se ha convertido en el ídolo que glorificas, y no necesitas ir demasiado lejos para comprobarlo. Esta idolatría te enseña que la gloria es para unos pocos, por lo que te preparas en la línea de salida, y apuestas por la gloria. Corres la carrera tanto como puedes y, ganes o pierdas, tu participación es la ofrenda que le haces al ídolo. Y cuando llegas al punto en que no puedes correr más, te inclinas ante los que han alcanzado la gloria; ellos se convierten en el ídolo y tú en el súbdito que miras con envidia y asombro lo que hacen. Les rindes homenaje. Les dices: “Me gustaría ser como tú”, y delegas en ellos la plenitud al mismo tiempo que abandonas toda esperanza de plenitud real en tu vida. Te entretienes, conmueves o excitas. Te diviertes viendo cómo los gladiadores se matan entre sí. En esto, tu noción de uso se despliega hasta en sus más horribles detalles.
9.42 ¿Qué es esto sino una demostración, en una escala más amplia, de lo que vives cada día? Toda sociedad, grupo, equipo u organización es un retrato colectivo del deseo individual. Los esclavos y los amos se usan unos a otros y la misma ley sujeta a ambos. ¿Quién es amo y quién esclavo en este cuerpo que llamas hogar? ¿Qué libertad tendrías sin las exigencias que el cuerpo te impone? Lo mismo podría preguntarse acerca de este mundo que ves como hogar de tu cuerpo. ¿Quién es amo y quién esclavo cuando ambos están sujetos por la misma atadura? La gloria que confieres a los ídolos es también una atadura. Sin tu idolatría su gloria dejaría de existir, por lo que ellos también viven en el temor igual que lo hacen quienes los idolatran.
9.43 El uso, cualquiera que sea su forma, conduce a la atadura. En consecuencia, percibir un mundo basado en el uso es ver un mundo donde la libertad resulta imposible. Aquello para lo cual necesitas a tu hermano o hermana se fundamenta en la premisa insana de que la libertad puede ser comprada, y que el amo es más libre que el esclavo. Aunque esto sea una ilusión, es la ilusión buscada. El precio es la utilidad, por lo que cada relación se convierte en un regateo donde entregas tu utilidad a cambio de la de otro. Un empleador tiene un uso para tus capacidades, y tú tienes un uso para el salario y los beneficios que el empleador ofrece. Un cónyuge es útil de diversas maneras que complementan las áreas en las que tú eres útil. Una tienda te proporciona bienes que tú utilizas, y tú le provees de capital que su propietario utilizará. Si posees belleza o talento artístico o deportivo utilizable, te sientes afortunado. Un rostro bonito y un cuerpo en forma pueden intercambiarse por mucho. No es ningún secreto que vives en un mundo de oferta y demanda, donde a partir del concepto simple de individuos que necesitan de la relación para sobrevivir se desarrolló una compleja red de uso y abuso [o maltrato].
9.44 El maltrato es un uso impropio, en una escala que torna obvia la locura del uso tanto para quien usa, como para quien es usado. Observa los patrones del abuso en todo, tanto en las drogas y el alcohol, como en el maltrato físico y emocional. Como los ejemplos de tu vida diaria, estos también son demostraciones de deseos internos llevados al extremo, solo que en vez de reflejarse en el grupo se reflejan en el individuo. Si se comprendiera qué es lo que refleja el maltrato, los individuos que están presos de él le harían un servicio al mundo. Como todo extremo, simplemente señala lo que en instancias menos extremas es lo mismo: el uso es impropio.
9.45 Lo que hace impropio al uso es su propósito. El Espíritu Santo puede guiarte para que uses las cosas que has hecho de forma que beneficien a todos. Esta es la distinción entre uso propio e impropio, o uso y abuso. Tú usas para beneficio del yo separado. Cuando esto se magnifica, la fuerza destructiva del abuso se torna evidente. Nuevamente depositas la culpa fuera de ti, y acusas a las drogas, el alcohol, el tabaco, el juego e incluso los alimentos de ser fuerzas destructivas. Es como culpar al automóvil por el accidente, es confundir usuario y usado. Toda la confusión surge de tu renuncia a tu propio poder y de la entrega de este a las cosas que tú mismo has construido.
9.46 Voy a insistir en que este es un intento erróneo de seguir el camino de la creación. Dios dio poder a sus creaciones y tú quieres hacer lo mismo. Tu intención no es mala, pero está orientada por la culpa y el falso recuerdo del yo separado. Tanto como deseas autonomía de Dios, sigues culpando a Dios por crear una situación en la que crees que puedes lastimarte. ¿Cómo puede permitir Dios todo este sufrimiento?, preguntas. ¿Por qué te tienta con fuerzas tan destructivas, con fuerzas que escapan a tu control? ¿Por qué no creó Dios un mundo benigno que no pueda lastimarte?
9.47 Sin embargo, así es el mundo que Dios creó: un mundo tan amoroso y pacífico que cuando vuelvas a verlo llorarás de alegría y olvidarás de inmediato la tristeza. No habrá recuerdos que te produzcan remordimiento ni lamentarás los años en que no lo viste. Habrá simplemente un alegre ” ¡Ah!”, como si algo olvidado hace mucho regresara a ti. Te reirás de los juegos infantiles a los que jugabas. Tu inocencia aparecerá con toda claridad y nunca volverás a olvidar que el mundo que Dios creó te pertenece a ti, y tú a él.
9.48 Todos tus desvaríos serán vistos como lo que son. Todos tus deseos quedarán revelados como solamente dos: el deseo de amar y el deseo de ser amado. ¿Por qué esperar para ver que son solo estos dos deseos los que te inducen a tener todas esas extrañas conductas que adoptas? Aquellos que se entregan al maltrato no hacen más que llamar con voz más alta al mismo amor que buscan todos. No merecen un juicio, pues aquí todos sois maltratadores, para empezar, contra vosotros mismos.
9.49 En un mundo regido por el uso, los intentos por modificar las conductas abusivas no tienen sentido. Los fundamentos del mundo deben cambiar, y el estímulo para el cambio está dentro de ti. El uso ha reemplazado a la unión. En vez de reconocer tu unión, un estado en el que te sientes completo porque estás unido a todo, has decidido vivir apartado y usar al resto como sustento de tu separación. ¿Puedes ver la diferencia entre estas dos posiciones? ¿De qué manera tu camino es mejor que el camino que Dios creó para ti totalmente libre de conflictos? A pesar de tus bravos intentos por permanecer separado, necesitas usar a tus hermanos y hermanas a fin de mantener la ilusión de separación. ¿No sería mejor terminar con esta farsa y admitir que no fuiste creado para la separación sino para la unión? ¿No sería mejor desprenderte de tu temor a la unión, y al mismo tiempo desprenderte de tu compulsión al uso?
9.50 ¡Qué diferente sería el mundo si al menos por un día reemplazaras el uso por la unión! Pero antes de que puedas empezar, necesitamos ampliar estas lecciones que estás aprendiendo mediante la observación de tu propio yo. Pondremos al descubierto la ilusión de que puedes ser usado por tu cuerpo, pues la idea de que puedes ser usado por algo como esto, conduce a todas las demás ideas sobre el uso.

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